Si la
situación no se corrige, cazar en Asturias, especialmente en la zona central
puede llegar a convertirse para los aficionados practicantes a esta actividad
en una auténtica quimera.
Nos
encontramos los cazadores asturianos en una disyuntiva de clara injerencia por
parte de ciudadanos que tienen una segunda residencia o los denominados
“chamizos”” en el ámbito rural, dentro de terrenos clasificados como de régimen
especial, constituidos en cotos sociales de caza, próximos a las grandes urbes de nuestra
comunidad. Son personas que ejercen su actividad lúdica o de descanso,
expresamente ligados a lo que se ha dado en llamar “fines de semana”, lo cual quiere decir que no
es su domicilio habitual.
La actitud
mostrada en numerosas oportunidades para con los cazadores del área central
asturiana por estos ocasionales residentes “domingueros”, es de rechazo e
incluso con vejaciones no exentos de actos intimidatorios, en muchos casos, de
destacada violencia verbal, a lo que no les
son ajenas denuncias
inconsecuentes a la autoridad. Les incomoda la presencia ocasional de un grupo
de caza en el entorno de sus recintos de asueto. El argumento es manido y de
resabio. Protestan por todo. No quieren jabalíes colonizando espacios próximos
a sus fincas, y, menos cazadores. ¿En qué quedamos: o lo uno, o lo otro? Las
dos cosas a la vez, difícil de sostener.
En excesivas
ocasiones hemos sido los cazadores objeto de denuncias sin ninguna razón lógica
que las justifique. No hay causas para
los efectos que persiguen obtener. Son avisos a la autoridad competente de este
tipo de detractores, que al menor síntoma de atisbo de presencia de cazadores
cercana a sus lares crean una alarma ficticia que por su naturaleza obliga al
cuerpo de seguridad a ejecutar un trámite, como medida precautoria o
preventiva, al objeto de recaudar información correspondiente, sin incidencia
que destacar, puesto que la regla de la
actuación de los componentes de estas partidas de caza queda patente en el
respeto a la legalidad vigente en materia de seguridad y el preceptivo en cuanto a lo que se refiere en
el uso de armas y munición.
En
contraposición a estos comportamientos, de asedio nos encontramos los cazadores,
en casi todos los casos, con el beneplácito hacia nuestra actividad por las
personas que viven y trabajan en el sector rural de los municipios de Oviedo,
Llanera, Gijón, etc.; vecindario permanente que tienen en las labores propias
del campo y ganadería sus fuentes de ingresos. El jabalí ataca sus cosechas y
daña pastizales para el ganado
doméstico. Han sido muchísimas las veces que los cazadores hemos encontrado
colaboración en labradores y ganaderos. Por estos lugareños ha habido
agradecimiento por abates de jabalíes producidos en el transcurso de las
cacerías que, guardando las distancias y precauciones de seguridad
reglamentadas, evitando en todo momento cualquier riesgo para la seguridad de
las personas, hayan tenido lugar en el contorno
de aquellos parajes. Les habíamos eliminado un
problema serio, de grave percusión en sus trabajos.
Esta
cambiante actitud ante los cazadores, choca frontalmente con aquella otra
ególatra de cuatro acomodados y “chamizeros” que no les importa que a sus
vecinos el jabalí les produzca daños en sus producciones agrarias.