Es la representación cierta de lo que ha supuesto en grado de
efectividad real la celebración de una montería clásica de las señaladas con el
rejunte de animales abatidos clasificados
como cinegéticos, en muchos casos en inmisericorde, durante el transcurso de la
cacería-trifulca recién finalizada, expuestos y alineados en perfecta simetría
por orden de especies y trofeos; momentos satisfactorios, de instantáneas de familia o individual recogidas sin pudor
para el recuerdo; de parabienes y
felicitaciones versadas, vertidas sobre afortunados lanceros.
Al contemplar el tapete homogéneo multiforme expuesto en las
denominadas “juntas de carne”, pleno de piezas cobradas, crecen las distancias entre líneas imaginarias
de lo que la caza representa para distinta versión en la práctica de su ejercicio. Este sello de
supuesta excelencia distorsionada, en donde el sentido ético no tiene
constituidos los mismos valores que identifican
al estilismo que sostiene la caza tradicional, marca equidistancia con la clásica tipología en la caza, menos cuantitativa en
capturas por jornada, pero si más participativa, de puertas abiertas a
cualquier poder adquisitivo; respuesta garante de equidad en el trato.
Es una licitación diferente la que se oferta en el sistema de
rentabilidad económica, la que cerca a la caza con metodología
sujeta a criterios de mercado; todo un mundo de intereses contrapuestos.
Las variantes quedan registradas por las singularidades que marcan aspectos
tangibles en cuanto a la relación específica funcional. La equidistancia
existente entre dos modelos de distinta concepción y desarrollo es la medida que admite se produzcan desigualdades.
La caza en fincas ostentosas y vallada su extensión
territorial, de titularidad latifundista, supone ser la “punta de lanza” de un
sistema que mire por donde se mire, con las excepciones que pudiera haber, en
tal caso escasas, representa la
actitud de una actividad enmascarada como de cinegética. Es verdad que cualquier versión
que se dé para que obtenga el beneficio de ser reconocida y asimilable al
carácter real que preconizan y defienden las organizaciones de la caza social y
creativa, carece de recursos necesarios convincentes que le concedan tal galardón.
En estas áreas
específicas el proceso de gestión y aprovechamiento supuestamente distorsionan
los aspectos naturales de la evolución de las especies cinegéticas que acogen,
privadas de su libertad, adulterada su alimentación, mediante una intervención
directa que regula a conveniencia la densidad demográfica, en orden a un tipo
de demanda que exige garantía de
reembolso.
El exhibicionismo publicitario que se hace con gran alarde de
detalles, en distintos medios de comunicación mediáticos, llevado a cabo por gestores y patrocinadores de estos eventos
(las denominadas Orgánicas), contribuye
a fomentar entre la ciudadanía un clima de incomprensión en el respeto hacia la caza, ya de por sí bastante
deformado.
Al acecho, expectantes, con argumentos sólidos como los
descritos, que involucran a la caza en
actos nada edificantes (se lo ponen en bandeja), encuentran organizaciones
animalistas el revulsivo eficaz favorable a sus intenciones, como vía de
descredito sobre cualquier acción
venatoria, por muy pura que esta sea, en aras de conseguir sus objetivos.
Debiera haber mesura y tacto alejándose de las extravagancias que suponen este tipo de actos exultantes, por más que indecorosos. Ganaríamos
todos -