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Sin duda
este método es el más persuasivo, seguro y rentable de tratar que entienden las
gestoras sociales de caza, opinión muy generalizada, para evitar que el suido
siga el ritmo de su actual crecimiento demográfico en aquellas áreas
específicas clasificadas desde la Administración como Zonas de Seguridad,
debido a las características y peculiaridades de su composición en forma de
habitabilidad ciudadana, compartimentos industriales, espacios naturales
protegidos etc. razones por lo cual la caza, en cualquiera de sus modalidades,
no está autorizada.
Será
cuestión de hacer excepciones consensuadas que converjan en medidas paliativas
garantes fundamentalmente de seguridad y por ende en eficacia. Por eso, el
aguardo, como modalidad de Caza Mayor, por la limpieza y seguridad en su
ejecución, debiera ser un elemento complementario fundamental, actuando como
eje vertebrador en el tratamiento involutivo de la demografía de una especie
tan sumamente prolífica como es el jabalí, colonizador de numerosos
asentamientos, no solo en las mencionadas zonas de seguridad constituidas en el
entorno de las grandes urbes del centro de Asturias, sino que también en
aquellos espacios naturales de protección especial, como son las desembocaduras
de los grandes ríos asturianos en el Mar Cantábrico, que sufren del mismo
problema.
El aguardo,
en sí mismo, los cazadores lo sabemos, es una singularidad dentro del mundo venatorio que
se realiza en horas nocturnas, aunque no
siempre se pueda dar esta circunstancia.
Es un ejercicio que se practica en el formato de un solo cazador interviniente,
supervisado por un guarda acompañante, supuestos conocedores ambos de la rutina del animal en su propio medio. A diferencia de las batidas en
que pueden intervenir hasta veinticinco cazadores, secundados por perros y monteros, el aguardo no es llamativo
ni mete ruido; carente de esfuerzo físico, no requiere para el cazador de
excesiva movilidad, más bien de quietud constante en el lugar que se supone
como más oportuno; escaso de repercusión sonora en el momento crucial del lance,
es garantía de fiabilidad en la fijación del objetivo. Es selector. El aguardo se puede realizar
dándole continuación en cualquier estación del año. Las consecuencias que se
deriven, caso de que se permitan, los resultados han de ser siempre
satisfactorios en el tratamiento de la presión del jabalí para mejor y adecuada
sostenibilidad del mismo.
Autorizar
se celebren aguardos por los cazadores, es cuestión de voluntad de los gestores
responsables del ordenamiento cinegético asturiano. No harían bien nuestros
gobernantes si dejasen excluida la experiencia de los mecanismos de gestión y
aprovechamiento, como ayuda, que la caza les puede proporcionar para este caso
concreto. El gran problema se encuentra localizado en las Zonas de Seguridad. Es ahí, en estos
terrenos de régimen cinegético especial,
en donde está, principalmente, el “meollo” de la cuestión. Las medidas que se
anuncian serán aplicadas desde distintas instituciones públicas para
contrarrestar el creciente nivel poblacional jabalinero en territorio tan específicamente
señalado, no parecen sean del rigor objetivo necesario que se precisa; existen
antecedentes que lo indican. Carecen del fervor crediticio de los cazadores. Y,
esto, no es baladí.