
Se ha
publicado en una revista de edición extranjera un estudio centrado en Asturias
por Quirós-Fernández y su equipo de
colaboradores, que habla de la necesidad más que de la conveniencia según creo, de que los cazadores de esta
tierra seamos más exhaustivos en las
capturas de ejemplares de jabalíes. Al parecer, según afirman en lo que pueden
ser conclusiones definitivas en el
espíritu de trabajo que les ha movido a realizar este tipo de afirmación, los cazadores del Principado no estamos lo
suficientemente motivados para cumplir el compromiso de retener e incluso
reducir hacia parámetros sostenibles la densidad creciente del suído en
cuestión.
Antes de
pronunciarse tan sibilinamente este grupo investigador, sobre el concepto de
culpabilidad señalando con el dedo a los cazadores, deberían haber hecho relato
del estado actual del ecosistema asturiano y las causas de su deterioro, que
seguramente no les causará indiferencia lo perjudicial de su composición. Debo
interpretar que son conocedores del enredo vegetal en que se han convertido
nuestros montes. Y, debo de interpretar que también les consta que, en la
maraña de enraizada maleza que cubre
numerosas fincas, en otro tiempo de plena producción en cuanto a laboreo y
pasto se refiere, hoy abandonadas a su suerte, motivo de la fuerte despoblación
rural, han construido los jabalíes su baluarte
defensivo y de supervivencia. Lo cual quiere decir, que con este bagaje de
profundo sotobosque, las dificultades para evitar el excesivo crecimiento de
ejemplares de este voraz omnívoro, no solo se circunscribe a la buena voluntad
de los apostados cazadores. Se evidencian otras notorias circunstancias que los
exculpan.
Es verdad que en Asturias, a diferencia de
antaño, el jabalí abunda. Es evidente que la densidad no es la misma en todos
los municipios. Nada digamos de las Zonas de Seguridad, en donde al Gobierno
del Principado se le ha enquistado un serio problema del cual los cazadores carecemos
de responsabilidad alguna. Una situación que no se ha querido atajar a tiempo y
que tendrá que resolver el ente público correspondiente con suma eficacia, dada su magnitud, puesto
que si no le hace, la situación pudiera hacerse insoportable. Camino de ello
va. De estas áreas el grupo investigador, estoy seguro, saben mucho, pero
repito, nada dice al respecto.
Las Zonas
de Seguridad, son áreas así denominadas, debido a las características
específicas de su ubicación, próximas a zonas residenciales, polígonos
industriales, destacamentos militares, desembocaduras de los ríos en el mar, zonas medioambientables sensibles e
inclusive, dentro del perímetro de las grandes urbes. En estas zonas en las que
no está permitido cualquier atisbo de actividad cinegética tradicional en
virtud de proteger la integridad físicas de las personas, animales o cosas, es en donde el jabalí encuentra refugio seguro y
comida al abrigo de una espesa vegetación, sin enemigo que le persigan y por
ello les haga peligrar su existencia. Han sido estas áreas, como digo, y lo
siguen siendo, el genuino vivero en donde consolidar el jabalí su alta
demografía expansiva. Sin duda, otra de
las razones principales que desclasifican opiniones tan sesgadas que hacen a
los cazadores motivo de críticas, por una supuesta actitud egoísta que nos
atribuyen.
No es en
los cotos sociales gestionados por sociedades locales de cazadores asturianas,
en donde crecen las dificultades con esta especie tan problemática como el
jabalí. Las causas de la superpoblación, son otras. En estos terrenos
cinegéticos de régimen y aprovechamiento especial, se encuentra este montaraz
animal relativamente bien regulado (con las excepciones de rigor), mediante su
caza reglamentada y los cupos de capturas en función de su densidad. En este contexto, es
necesario precisar que, desde casi todas las organizaciones sociales del sector
se contribuye de la mejor manera posible que les es permitido sobre el control
de sus poblaciones.