No quiero
ni pretendo ser agorero, pero tengo la casi certeza formada a través de la
impresión (entiendo sea objetiva) que me sirve observar aspectos significativos de lo que acontece, cuyo
origen y trama, bien pudieran ser centro de interpretación de una causa lesiva
contra los aficionados a la caza en España; fiel reflejo de una amenaza cernida
sobre el sector de la que caben pocas dudas, caso de que algunas posibilidades con
perfil integrista cristalicen en alcanzar, en todo o en parte, el poder público.
No sé si
sería la “crónica de una muerte anunciada para la caza tradicional”, pero si
estaríamos en los primeros inicios de gestación de lo que pudiera llegar a ser,
si antes no se detiene, un cambio
sustancial en las formas, métodos, usos y costumbres, en que se desenvuelve el
sector. Explícitos, cargados de elocuencia intolerante con la caza, son los comunicados
permanentes de organizaciones conservacionistas y partidos afines a este tipo
de tendencias destructivas. No hay por tanto enmascaramiento posible de estos
inductores-promotores de un proceso generalista que desemboque en la
prohibición de ejercer la caza.
Conscientes
del peligro sustancial que estas actitudes pueden traer al gremio de la
venatoria, la ONC (Organización Nacional de la Caza), órgano representante de los
intereses de un buen número
de cazadores españoles, así como otras
instituciones relacionadas con lo mismo, promueven constituirse en una Mesa
Nacional de la Caza, con la finalidad en primer término, de gestionar la
convocatoria de una manifestación en defensa del sector.
Bien están
estas animadas iniciativas. Ocurre, sin embargo, que siempre se “toca a arrebato”, cuando
también median intereses de otra índole, alejados de la conveniencia de
proteger aspectos que inciden en la evolución negativa del estado participativo
de los cazadores modestos. Sin duda tienen poder para ejercer estas
convocatorias las industria del armamento, dueños de grandes realas, orgánicas,
explotaciones de fincas verdaderos latifundios cinegéticos, etc. Son muchas las motivaciones características que
necesitan de estas convocatorias
Hechas
estas salvedades, volviendo al hilo de la cuestión, si debemos los cazadores de
ser conscientes de que podemos hallarnos con
una situación sobrevenida para la que no hemos sido llamados a
considerarla y menos concedernos capacidad para sostenerla o enmendarla. Existe
la evidencia cierta de que se accionen
sobre nuestro gremio mecanismos transgresores
con ribetes impregnados de un totalitarismo sectario, capaz de desactivar
cualquier reminiscencia que guarde paralelismo con la caza y lo que supone en la actividad inducida que genera en el plano
económico, social y medio rural.
Es evidente
que la prohibición de la caza en España, no tendría las mismas consecuencias
graves para todo el mundo. Habría diversos grados de afectación, dependiendo
siempre del nivel adquisitivo en que se desenvuelve cada cazador y sus
pretensiones. Hoy el ancho mundo venatorio internacional es un coto amplio de infinitas oportunidades
con demandas exóticas. En él están presentes con asiduidad aficionados a la
caza de nacionalidad española. Pertenecen a una clase de sociedad de reconocida
disposición económica que les permite sufragar este tipo de actuaciones
cinegéticas, contra las que por supuesto nada tengo en contra. Seguirán cazando,
no obstante, para su suerte, en otras
áreas del globo terráqueo, paliando así, de esta forma, los efectos nocivos que les acarrearía el no poder hacerlo en su casa.
Como quiera
que sea, caso de llegar a instituirse este tipo de proyecto populista de veto
empecinado que impida a la caza corporativa mantener la supervivencia
generalista de la que hace gala y la distingue, se formaría un proceso inusual
en forma de “agravio comparativo” doloroso, abriendo una brecha social de marco
desigual, autentica anomalía humillante con desfavorecidos.
Evidentemente
esto último, verdadera contradicción de los postulados ideológicos de aquellos
que dicen defender.