.Otra
cuestión es el furtivismo. El Urogallo abatido con malas artes o por
otros medios no contemplados en la Ley, por tanto no autorizada su
caza, supuestamente tenía un alto precio en el mercado clandestino.
Todos hemos visto a este ave, una vez disecada, metida en una urna de
cristal, adornando despachos, sin que nadie preguntase su
procedencia. La caza responsable en otro tiempo de esta especie
autóctona asturiana, no ha sido la culpable de que se encuentre en
la actualidad en una situación tan lamentable, en cuanto a su nivel
poblacional se refiere. No se deben decir patrañas, porque es querer
confundir a la opinión pública, salvo que sea eso, precisamente, lo
que se persiga, como forma de pretender exonerarse de una
culpabilidad dirigida directamente a una aparte importante del
ecologismo, (tan activo en la salvación de otras especies salvajes
para las que sí hubo dinero), debido al nulo papel desplegado en la
protección de tan emblemático pájaro.
No
todos los expertos en el tema del Urogallo Cantábrico, argumentan
como causa principal, algunos desde su independencia, contemplan la
posibilidad de que la caza tradicional practicada durante la década
de los sesenta y setenta del siglo XX no sea razón suficiente para
otorgarle la máxima responsabilidad de un declive poblacional en los
bosques de la Cordillera Cantábrica de tan dramáticas
consecuencias. Cuando se habla del Urogallo y su calamitoso estado en
número de ejemplares que quedan (a punto de extinguirse) sale a
relucir desde ciertos ambientes contrarios a la caza y todo lo
relacionado con ella, una retahíla típica crónica que asocian a
un hecho que dan por descontado, relacionando desde el
desconocimiento o de forma interesada, la caza de este ave con la
disminución de sus efectivos sin haber querido tener en cuenta otros
factores degradantes, muy significados y de los que se tienen muchas
noticias, que es posible han sido origen de que se produjese esta
desgraciada perdida en la naturaleza asturiana.
Hace
cuarenta años, me atrevo a decir que en el conjunto de la Cordillera
Cantábrica, pudiera existir del orden de mil quinientos ejemplares,
o más, de este animal; comparativamente con épocas anteriores la
cifra, en gran medida se quedaba corta. Esto no es una suposición
sin principios básicos que se tengan para reafirmarme en lo que
digo. Es la comprobación “in situ” (hábitats de asentamiento y
colonización) anterior y posterior a estos últimos cuarenta años
en que no se caza, que me han permitido obtener la facultad para
hacer esta consideración. La caza de otras especies me hizo cruzar
zonas de querencia de estos animales en no se en cuentas ocasiones,
fijarme y tomar nota a mi paso de cuanto podía ver; si a esto
añadimos la intensidad con que he visitado por propia iniciativa lo
que se ha venido en llamar “sus cantaderos” de los cuales sabía
por haber estado previamente en ellos, para sacar conclusiones
comparativas, hace que me reafirme en la creencia de que la caza
tradicional y responsable no se ha constituido en factor
determinante, como máximo contribuyente, tal y como afirman sin
rubor, ni vergüenza, quienes así se pronuncian.
La
caza del Urogallo, en momentos cruciales de su celo, requiere de
poseer condiciones cercanas a un estado general físico optimo que no
todo el mundo tiene y dificulta la acción. Acercarse a esta especie,
caminando en horas nocturnas que apuntan al alba del nuevo día,
requiere de cuidados en el caminar durante mucho tiempo sin apenas
luz por parajes que presentan dificultad en avanzar, de esfuerzo,
paciencia y sensibilidad, esto último, para no ser detectado por el
ave a la mínima ocasión que alerte del peligro que le acecha; eso
si las condiciones de la climatología reinante en los momentos
oportunos, lo permiten, puesto que en tiempo de primavera se cierne
la niebla con harta frecuencia. Ello se traduce en gran medida, en
que los permisos concedidos habían desembocado en fracaso. Lo cual
quiere decir, que el Plan de Aprovechamiento de esta especie, no se
cumplía en su totalidad, quedando reducido posiblemente a un 50% de
cobros efectivos.
Enumerar
aquí y ahora, las cuantiosas razones que asimilan a esta cercana
extinción de nuestro “Gallo Montés”, se haría largo de contar
y el espacio cuenta. De todas formas se han hecho públicas a través
de dictámenes emitidos de expertos independientes, y a la
ciudadanía ya le consta cuales han sido los motivos principales que
han propiciado tan sensible perdida en la naturaleza. Desde luego el
buen ejercicio de la caza no ha sido.