SERIA MUY IMPORTANTE, POR LO QUE CONSIDERO SUMAMENTE NECESARIO, QUE TODAS LA ORGANIZACIONES CINEGÉTICAS LLEVEN EN SUS PROGRAMAS DE GESTIÓN, ACTUACIONES LECTIVAS, ENCAMINADAS A TRASLADAR A LA CIUDADANIA EL CONCEPTO ETICO, LA IMPRONTA Y TRANSCENDENCIA DEL BUEN EJERCICIO DE LA CAZA.
La estima pública del cazador, al tiempo actual, se devalúa y confunde en las ceremonias de promoción de una ideología definida, admitida por grupos intransigentes con la acción de cazar, muy críticos y contrarios al reconocimiento de una identidad desde siempre prestigiada, cuya valoración persiguen minimizar con su dinamismo autoproclamado de progreso. La caza y su movimiento, pierde cada día un poco más su vínculo afín con la credibilidad, en lo que a su imagen corporativa se refiere.
Personalmente pienso que se acelera el descredito hacia la caza y de lo que de ella se desprende y pueda representar. Cada vez arrecian con más y mayor virulencia las críticas costumbristas al uso, fertilizadas de estigmas y consignas estereotipadas hacia un gremio, como es el de los cazadores que, en su formación numérica y actividad sufre los rigores de una prédica irrespetuosa y nociva en donde fluyen con impunidad, hoy más que nunca a través del poder que sustentan las redes sociales, torrentes de aguas turbulentas que en sus vertiginosos rápidos transportan infundios de mal gusto y tono. Un formulismo llevado a cabo por quienes se pronuncian, contrario a la caza, persiguiendo su prohibición como principal y única finalidad, sin querer reparar en las graves consecuencias económicas y sociales, presentes y futuras de una hipotética abolición.
El cazador, curiosamente, ante estas actitudes tan conminatorias, abusivas en su adjetivación, por mor, de lo que quizás pudiera ser una adulteración conceptual de principios, o, vaya Ud. a saber, aunque nos lo podemos intuir, queda declarado pieza de caza, susceptible y objeto de ser acosada y abatida por arte de una aplicación cainita redentora de un conservacionismo doctrinario.
De nada vale que, puntualmente, desde medios escritos o hablados, en sus editoriales y por algún colaborador que otro en la sección correspondiente se salga al paso con más o menos fortuna en sus pronunciamientos en defensa de la caza, se acentúe el enojo por una deformación peyorativa que se hace de nuestra actividad, mostremos el rostro adusto del desagrado, elaboremos frases más o menos ingeniosas y rimbombantes, como muestrario discordante y disconforme con los inacabables y variopintos epítetos que nos dedican, si ello se hace en un tono reciproco, con respuestas de parecido o igual calibre. No es eso lo que se necesita, desde mi criterio, para la correcta comprensión de la cinegética. Debemos entender que no nos quieren entender, así de fácil y sencillo, será sin duda su problema, si aunamos esfuerzos y perseveramos sin fisuras en la unión de todo el colectivo.
Anular en la medida de lo posible estas tendenciosidades, requiere de puestas en escena creativas en un contexto de interrelación con las variables que abarcan y componen nuestra sociedad, especialmente niños y jóvenes, en donde y por parte de los gestores cinegéticos a través de su representatividad, bien sea por el Gobierno Regional, Federación Asturiana de Caza y Sociedades Locales de Cazadores, Cotos Privados, Orgánicas, etc. se erijan en autores de la concreción de trabajos o programas educativos, de formación y conservación, dirigidos a contrarrestar el descredito creciente que venimos padeciendo y soportando los aficionados a la caza
A tales efectos, considero muy necesario, yo diría que imprescindible, si queremos alcanzar logros y ser efectivos en la debida comprensión que nos exonere de esta impunidad, crear aulas o cursos didácticos de sentido regeneracionista que eleve la autoestima de la que estamos empezando a carecer. La pedagogía ilustrativa eficiente, rigurosa y cierta tal y como se precisa, debiera ser uno de nuestros pilares en que poder asentar la defensa de nuestros principios e intereses.
Es una evidencia la perdida de efectivos que la caza ha venido padeciendo en los últimos años, del orden del 30% se han dejado de expedir licencias, cuestión que nos debe de hacer pensar y por supuesto reaccionar; un dato elocuente que habla por sí solo. No son cuatro, los anti-caza, las voces hostiles que se alzan sobre el ejercicio venatorio, como alguien ha tenido a bien argumentar; todo un error de interpretación. La realidad supera a la ficción, son muchos y es de suponer que bien avenidos. El siguiente paso será solicitar un referéndum, caza si, caza no. Al tiempo, si es que no nos damos prisa en atajarlo.