
El monte
Naranco, especialmente la denominada falda Sur, la que limita y vierte aguas
hacia la ciudad “carbayona” y ciertos
aledaños periféricos munícipes, está
siendo en estos días foco de especial atención en distintos medios informativos
que se hacen eco de aquello que entienden alberga en el interior de su
perímetro: una superpoblación de
jabalíes que, con su acercamiento y
presencia a la urbe capitalina, causa alarma y curiosidad entre la vecindad el
poder contemplar con frecuencia, sin limitaciones, cercanos a sus domicilios, a
este animal silvestre en sus andanzas y correrías nocturnas en pos de alimento.
Es evidente
que en todo el contorno del Naranco, ha crecido en densidad antaño impensable, nunca antes vista en tal dimensión numérica, la figura de este excepcional omnívoro,
cuestión que ha generado problemas de toda índole, significando, por concretar,
los más importantes: graves daños en cultivos, praderías y accidentes de tráfico
producidos estos últimos en su transitar de un lado hacia otro cruzando vías de
circulación de vehículos a motor.
Desde hace
tiempo se ha venido invocando por la sociedad local de cazadores más próxima al
conflicto, la necesidad de regular la actual situación del jabalí en estos
terrenos que circundan la ciudad, como medida preventiva y en evitación de
causar perjuicios a damnificados. Diversas propuestas fueron elevadas a
Consejería por una de las gestoras, a fin de intentar paliar en la medida de lo
posible los efectos nocivos que esta superpoblación produce en el sector
agrario, parques y jardines públicos próximos a sus lugares de asentamiento.
Fueron
obtusos desde la Consejería para dar su brazo a torcer; creyeron dar respuesta
oportuna a este problema considerando necesario tramitar este expediente a
través de sus propios medios poniendo en marcha un plan de control de la
especie referida mediante la intervención del personal de guardería de su
propia dependencia. El resultado, es evidente, no ha sido satisfactorio; con el
paso del tiempo se agudiza el problema y, es que, los jabalíes, han formado hábitat preferencial permanente en
terrenos apropiados (Zonas de Seguridad, en donde no está autorizada la caza
tradicional) para su supervivencia que les ha permitido elevar el nivel de
reproducción de sus piaras y consolidar su expansivo nivel demográfico hacia
zonas cercanas.
Perros de
rastro sueltos, de más o menos
reconocida solvencia en detectar efluvios jabalineros, ejercitando con eficacia el acoso de este animal en zonas de
seguridad que bordean autopistas y carreteras nacionales en donde el tráfico
rodado tiene un alto componente de movilidad, es sinónimo de aumentar las
posibilidades de coincidir vehículo y jabalíes, originando un siniestro de
imprevisibles consecuencias. Algunos lotes, próximos a viales de las
características expuestas, son desechados por las cuadrillas, ante el recelo
que embarga a sus miembros ser corresponsables en sucesos de posible siniestra
influencia para la integridad física de las personas, animales y cosas.
Parece que
la Consejería de Desarrollo Rural, desbordada por el problema, ha cambiado de opinión (la realidad es muy
terca) cediendo parte de la iniciativa a los cazadores los cuales incorporaran
en estas zonas de seguridad la técnica del “perreo” y otro artificios con el
objeto de poder ahuyentar a los jabalíes hacia los cotos de caza próximos donde
sí podrían ser abatidos con el menor de los riesgos. Si así, no sucediese,
pudiera darse el caso de que las piezas huidas vuelvan a su redil a
estacionarse, hasta nuevo aviso de los canes, cobraría muchos enteros al ser
remisas a tener que abandonar sus cuarteles
de recogimiento.
Los
aguardos es una posibilidad que se abren los cazadores, aunque no la única, en
aras de hallar la efectividad que se persigue alcanzar. Los aguardos nocturnos,
pueden ser la panacea que estabilice la situación. Esta interesante modalidad
de caza relativamente moderna, que está
tomando serio arraigo en España, de la que se tiene gran cantidad de seguidores, es selectiva,
limpia en su ejecución, no ocasiona molestias y tiene un alto componente de
seguridad que la hace ser idónea en el
tratamiento de esta resaca jabalinera.
A la sazón,
el Sr. Nores, Biólogo de profesión y no
sé cuántas cosas más, entre ellas el ser crítico con la caza y su buen
ejercicio, parece, para sorpresa de
muchos, que ha dado con la solución de evitar la pena. Desde
su condición de “experto investigador” al frente del control del jabalí,
explica en el diario LNE que la técnica de emplearse en el sistema de los
aguardos nocturnos sería la más indicada, puesto que se tienen referencias de
este tipo de procedimiento en muchas ciudades europeas. La referida modalidad
de caza es un viejo tema que ha sido propuesto por los cazadores asturianos en
numerosas ocasiones, sin que se les haya tenido en cuenta. Además de la conveniencia
de celebrar aguardos, que ha quedado dicho la damos por buena; quizás la mejor
de todas, nos asombra con algo sustancial en lo que los cazadores no habíamos
caído: el uso de trampas. O, lo que es lo mismo, capturar jabalíes mediante el trampeo, para ello se coloca una caja con
un cebo dentro y en el momento que la
pieza entre, se cierra la puerta, según nos describe el licenciado.
No acaban
aquí las cuitas de este eminente especialista. El destino de los ejemplares
capturados por tan singular método, en primera instancia, pudiera ser un zoológico, sin descartar
soltarlos en cotos o incluso aplicarles la eutanasia. ¡Menuda broma! Habría que
preguntarse cuantos zoológicos harían falta para albergar tal contingente de suidos
y cual su coste económico, amén de guardas o personal de otro tipo y cuantos
recursos, ahora que la Consejería anda
en supuestos débitos. Soltarlos en cotos sociales (nada de Reservas, que paguen
los daños los activistas), su destino más natural, pudiera suponer rechazo, no
por los cazadores, sino por los lugareños de las respectivas comarcas, ya
quejumbrosos de padecer de las vicisitudes que esta especie les provoca en sus
tierras. La eutanasia para hacerles desaparecer de este mundo, no es mala
opción. Entiendo que los cazadores debemos tener en este asunto mayor estado
participativo dada su contrastada experiencia.
Tal y como
se encuentra el Naranco, en cualquiera
de sus vertientes, cubierto de una espesa vegetación, estado ideal como
albergue de jabalíes, resolver este asunto, será harto complicado, sino se
otorga a la sociedades de cazadores carta de naturaleza y se les permite
actuar. Tal y como están las cosas, se prevé continuidad en los paseos
nocturnos de este tipo de fauna, rumbo a contenedores, por las calles periféricas
de la ciudad, sin descartar una próxima llegada al mismo centro. Casos ya se
ven.