La publicidad exhibida en todo tipo de informativos
generalistas (prensa radio y televisión), a las que, sin duda, hay que añadir la fuerza visual
descriptiva y narrativa de las redes sociales, macizadas estas de opiniones
furibundas sobre el procedimiento empleado en el abate de un león en un país
africano, según dicen, por métodos empleados fuera del nivel ortodoxo que se requiere y con un permiso
reglamentario probablemente de dudosa concesión, lo cual se ha constituido en
un significativo acicate como disculpa para que la actividad cinegética haya
entrado a sobrellevar un periodo álgido de críticas contumaces referidas a su
ejercicio.
Merced a hechos de esta naturaleza, la caza sufre fuertes dosis de vejación y una
condena moral globalizada al margen de otras consideraciones. El oportunismo despectivo
nominado con que se ha vendido la
aventura del lance que acabó con la vida del león, está causando un daño en la
debida y justa reputación que se requiere para el conjunto de la actividad
cinegética, otorgándole un veredicto de
culpabilidad enviado a la sociedad civil, desde el sector animalista.
Lo sucedido con el
abate de este león y su autor, inusualmente,
ha dado la vuelta al mundo como primicia
periodística; cabeza de cartel de numerosas publicaciones y titulares en
franjas radiofónicas y televisivas de máxima audición y visualización. Esta
desproporcionada canalización informativa ha sorprendido a propios y extraños,
puesto que la caza reglamentada de fieras de esta tipología, en su habita
característico, tiene una trayectoria que se remonta a siglos atrás, época de
colonizaciones de aquellos espacios, sin que haya suscitado tanta atención y
comentarios tan adversos.
No ha sucedido nada que, es de suponer, no haya ocurrido con anterioridad y haya sido repudiado
del orden de como ha sucedido en esta ocasión. Es posible pensar que, si las
condiciones legales y los métodos empleados en la captura del animal, no
estuviese ajustado a la legalidad vigente, ello requeriría de la denuncia y
sanciones correspondientes. No sería el único en estas condiciones, llegado el
caso, el cazador que probablemente haya quebrantado la normativa. De haber sido
así, sería obligado condicionársele con la aplicación estricta a la sujeción de
la ley. No se ha dado este efecto, el cazador, ajeno a polémica posterior,
salió del país anfitrión, sin intercesión de obstáculo alguno que lo
impidiese con la parte más representativa de su trofeo, tal y como era su
deseo.
La cuestión de tan grande revuelo, estriba en la personalidad
del león abatido. Un macho Alfa extraordinario ejemplar, en plenitud de sus
facultades, de gran esbeltez, según cuentan, muy conocido en aquel territorio; reconocida trayectoria como buen reproductor,
desclasificado de ser susceptible su caza. El preámbulo de lo sucedido,
es desconocido. No cabe confusionismo en tan experimentados guías acompañantes,
me refiero a los nativos. Seguramente habrán visto y seguido al león en
numerosas ocasiones, para que la identificación no dé lugar a equívocos. La
orden de efectuar el lance, en este caso, con un arma de fuego, no les correspondió a ellos. Existe un elenco de
profesionales en las operadoras que gestionan los safaris que son los
encargados de dar el visto bueno a su cliente.
De todo esto resulta lo extraño de un proceso tan sumamente
alarmista. La tasa económica de inicio que supone el cobro de un león tiene un precio de gran cuantía,
no es baladí su importe, máxime si la
pieza es asimilada a la categoría de un buen o extraordinario trofeo que habrá
que complementar con un desembolso extra también importante a lo que unir otros
complementarios. En definitiva, abatir un
león, sin estruendo como el que se vive,
siempre se ha dado. Es seguro que, el titular de un permiso, metido en
gastos, no opte por la peor opción, exigiendo mercancía de alto voltaje, aun a
sabiendas de su coste final.
El monto total, si la operación ha resultado satisfactoria,
tiene secuelas en forma de captación de ingresos que supuestamente debieran
derivar hacia órganos institucionales.
El problema es que ente oficial recibe el importe de las tasas y la
distribución total o parcial que se haga
de estos tributos para el conjunto de la ciudadanía del país receptor que
autoriza estos eventos en decidida solidaridad con los más necesitados. Quizás algún
apartado tuviese preconcebido destino al que nunca llegó. He, ahí, uno de los
posibles andamiajes de esta trama confeccionada para que nadie en lo sucesivo
tenga la tentación de olvidarse o, no se
dé por aludido, a la hora de cumplir con
los preceptos de ciertas obligaciones establecidas fuera de la corriente
ilegal.
Lo cierto es que, alguien ha conseguido su propósito. La
caza, la que se refiere a su buen ejercicio y no a este tipo de tramas, todo
por y para abatir un león, ha estado expuesta en estos días a la consideración
desfavorable de los grupos que la acosan ¿Cómo revertir estas tendencias?