La caza del Urogallo en la época esplendorosa de su celo, momentos sublimes que nos depara la naturaleza (siempre omnipresente y generosa con este tipo de manifestaciones acústicas) de un canto de trinos fuertes y armoniosos, ha contado siempre con la oposición o critica de personas relacionadas con la caza o con los ambientes protectores de la Naturaleza. Unos porque lo consideraban poco interesante y los otros porque la señalaban como causa de un proceso degenerativo demográfico que desembocaría en su más que posible desaparición. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Para el cazador reticente a su caza, que no lo encontraba nada atrayente y además poco deportiva, descubría con su práctica, sensaciones sentidas, por conocidas, en otra modalidad de caza relacionada con el ejercicio del rececho cambiando de opinión nada más practicarla, una sensación que he podido constatar, hace tiempo, en más de una ocasión. En cuanto a la importante pérdida cuantitativa sufrida por esta gallinácea, secular habitante de nuestros altos bosques asturianos, no debe de atribuirse a la caza su constante periplo regresivo en el medio ambiente; desclasificada en 1977 como especie cinegética y por tanto objeto de abate, quedó instaurada la prohibición de su caza a partir de ese mismo año. Por tanto esta sensible pérdida, todo un drama para el ecosistema, tan significativa por muchos conceptos para nuestra comunidad, dada su estrecha vinculación como referencia, con la leyenda y la mitología asturiana, no debe serle atribuida a la caza responsable y a su buen ejercicio; las causas que haberlas hay, son de dominio público, deben de ser achacadas al fracaso de políticas conservacionistas sobre el ecosistema mal gestionadas. Su caída en la cordillera cantábrica en este espacio de tiempo, desde 1977 hasta nuestros días, en números de ejemplares, ha supuesto una cifra record de pérdidas del orden de 1.100-1.200 individuos (considerado su hábitat en aquel entonces, momentos en que estaba permitida su caza), estado poblacional muy alejado de los recuentos actuales con una estimación efectuada de 90 Urogallos, mayoritariamente en la zona occidental de la cordillera y prácticamente sin noticias, todo un síntoma, en la parte oriental. Los cazadores, sobre este asunto, nos encontramos fuera de estas responsabilidades y a buen recaudo nuestra integridad y conciencia
La estadística que ofrezco no es en sí misma un todo, pero si estoy seguro de que es ilustrativa en su estado comparativo con otras campañas anteriores y con posterioridad a la misma. Así estaban las cosas, en ese año de 1973, todo un señuelo, esta información, para conocer aunque sea a “grueso modo” como se desarrollaban estas campañas de caza de nuestro Urogallo, cual su densidad y su aprovechamiento. Por razones obvias derivadas de la Ley de Protección de Datos, no haré mención a los autores de estos abates; si, no obstante, la reserva, municipio o paraje en que fueron cobrados.
COTO NACIONAL DE RERES (antes denominado así): (1) ejemplar en el bosque de Brañagallones.
RESERVA NACIONAL DE SOMIEDO (Agregados de Teverga, Proaza y Lena)(6) en las zonas de Pigüeña (2), Bárzana, 1, Villar de Vildas, 1, Valgrande, 1 y Teverga 1.
RESERVA NACIONA DE DEGAÑA: 1 en Cerredo
COTOS DE LA SOCIEDAD ASTUR DE CAZA: (2), en el coto nº 6 Caleao-Caso, 1, en el coto nº 20, Sobrescobio-Soto de Ague ,1.
COTOS PRIVADOS DE CAZA: (4), 1 en el concejo de C. del Narcea, 2 en el coto nº 2, Ponga y 1 en el coto nº 1, Ponga-Caso.
Por supuesto que a esta estadística habría que añadir, como complemento a la misma, aquellos en que los “amigos de lo ajeno” tuvieron a bien apropiarse. Se tienen noticias, extraoficiales que, supuestamente en zonas de muchísima querencia (evito dar nombres para no herir susceptibilidades) los furtivos lograron dar muerte a 4 urogallos. Es de suponer que se quedarian cortos en estas apreciaciones quienes las han hecho.