
OBSERVANDO REBECOS EN VEGA DE VALDEVEZON.ANTIGUO COTO NACIONAL DE RERES. (CASO-ASTURIAS)
Proliferan banalmente en la “flor de su plenitud”
aquellos que dicen saber de qué va esto de la caza. Entender sobre este arte o
deporte, no tiene el significado que
algunos le quieren dar. Es evidente que
ser cazador versado en conocimientos en la
práctica de la actividad cinegética, requiere de alguna máxima exigencia.
La caza tiene distintitas modalidades que la hacen
ser diferente en las formas pero nunca en el fondo. No es lo mismo la caza Mayor que la Menor. En
ambas disyuntivas la síntesis se traduce ineludiblemente en su fin último que
en definitiva es el cobro de la pieza. Para llegar a él, antes suceden muchas
cosas, de las cuales cualquier veterano cazador sabe perfectamente a que me
refiero. Aquí entra en juego el conocimiento adquirido sobre los hábitos y costumbres
de las especies cinegéticas objeto de ser abatidas. En ambas modalidades se
forjan a través de su ejercicio verdaderos especialistas, dependiendo de su constancia
y la capacidad para saber leer y entender lo que el monte le ofrece. Los lances
se suceden y no todos resuelven con eficacia. La diferencia estriba en la
sensación que produce tener la pieza a punto de su cobro que algunos no
consiguen dominar su excitación haciéndoles producir el fallo. Son dos cosas
distintas que se interrelacionan entre sí. He conocido prodigios leyendo el
monte y la fauna venatoria que le acoge, pero que, sin embargo, en el momento
cumbre no dominan sus nervios, lo cual quiere decir que han perdido en el embite parte de
su eficacia. Sucede al contrario: certero tirador y escaso de sapiencia; que de
todo hay.
Es indudable que con la práctica de la caza, nunca se
deja de aprender. Esto lo sabe cualquier veterano cazador que por mucho que
haya visto, siempre le llamará la atención y le sorprenderán escenas
imprevistas que le harán pensar que, aun pasando los años y disponer de un cumulo
de experiencias, nunca se sabe demasiado.
No obstante
quiero referirme a hechos concretos que protagonizan sin rubor ciertos
personajes que se mueven en el entorno de la cinegética y cuyos antecedentes
como ciudadanos y lo que tengan de cazadores son de sobra conocidos. El
convencimiento que tengo es que tener sabiduría en un tema tan complejo como es
la caza, no consiste explícitamente en saber detalles periféricos distintos a
la acción de cazar, porqué nada tienen
que ver con el ejercicio de la caza en su medio natural. Me refiero a los que rondan aspectos del
legalismo tratando de captar irregularidades que supuestamente se hayan
cometido por responsables de la gestión y el ordenamiento cinegético en nuestra
autonomía. Saber de caza no se refiere a ser conocedor de las supuestas
intrigas “palaciegas” de la burocracia institucional. No es eso. Eso, si acaso,
solamente sirve, para denunciarlo. No es sinónimo de otra cosa.
Ser cazador, tampoco consiste en haber abatido
muchas piezas, aunque indudablemente, esta posibilidad, es seguro que algo
quiere decir. Seguramente, disposición económica, tiempo libre suficiente y que no falte afición para no perder el
objetivo, haya permitido alcanzar este
zénit, sin que por ello debamos quitar méritos a nadie.
Oír hablar a
ciertos individuos sobre aspectos relacionados con la caza de pretendida erudición que tal parece
escucharlos supone el sumun de la sapiencia no significa nada (dime de que
presumes y te diré de lo que careces). Eso de que se apunta un auto-vanaglorioso
personaje venido a menos (juguete roto), rondador de oligarcas, al parecer
según manifiesta, cazador empedernido, a la vez que predicador de las que dice son sus rutilantes
virtudes como cazador, con pretensiones de querer empequeñecer a los demás que también
cazamos dentro de nuestra modestia, para su desencanto, sin conseguirlo, son razones de autobombo publicitario de quien
pretende ser y pasar por un ilustrado en
el arte de la caza. Se le ha pasado el “arroz”, sin querer darse cuenta.
De todas las formas, alguien como el que aquí
escribe, que lleva practicando con intensidad la caza tanto tiempo como he
podido y sabido, a las duras y las maduras, sin que haya decaído
el ánimo, persistiendo en el empeño de
seguir cazando, perenne la afición, tiene
que, forzosamente, por mucho que el envidioso predicador se empeñe en decir lo contrario,
sentir y saber algo del oficio. Es pura lógica.