
En este aspecto concreto, como es el de conceder valor a
las numerosísimas prestaciones que la
caza concede a la sociedad en su conjunto, a través del fuerte dinamismo que
emana de la impronta de su vigorosa actividad, los cazadores asturianos nos
encontramos huérfanos de nuestros gobernantes en la defensa de su ejercicio,
toda vez que no existen antecedentes diáfanos en la función pública, sus
gestores, que acrediten haber tenido ni tener voluntad abierta y verdadera en conceder carácter real, de pronunciamiento
firme en la defensa que propugne y propague la sostenibilidad y potenciación de
un gran activo económico y social de
primer orden como es la caza en Asturias-
Todas las instituciones públicas asturianas, sin
excepción, han dado muestra de
distinguirse a través de un carácter esquivo; referencia de una actitud
pasiva en su comportamiento en relación con las
cualidades representativas de la caza. Nuestros
servidores públicos, a diferencia de otras
comunidades, carecen de su presencia en los circuitos
divulgadores
que conceden excelencia y otorgan credibilidad a una actividad tan
sumamente arraigada en las costumbres y tradiciones de nuestra tierra; resuelta la venatoria, como está,
en dar
continuidad, sin matices, a un compromiso que le acompaña inmemorialmente; aspectos
sin fecha de caducidad que la identifican, de un
carácter vocacional, de servicio
a la ciudadanía.
La caza es un sector que tiene una amplia divulgación temática;
numerosas referencias a su actividad se dan puntualmente en
publicaciones periódicas prestigiosas
de versátil contenido
y con un elevado tono de aceptación,
consecuencia objetiva de sus
numerosos lectores. Entre la ilustración
fotográfica y narrativa de sus páginas se
ofrece al lector la posibilidad de contemplar la exaltación que se hace
de la caza a través de
actos públicos cuyos principales promotores son responsables
políticos, incluso en sus más altas instancias, concediendo a la función
cinegética en sus lugares de origen, un orden de primerísima
importancia en cuanto a la influencia positiva que tiene
en el Producto Interior Bruto de sus respectivos territorios.
La promoción de importantes eventos relacionados con la caza en
distintas provincias (ferias y exposiciones) que se celebran periódicamente
bajo patrocinio de los respectivos gobiernos y con el beneplácito de otras
instituciones públicas regionales resultan ser muy habituales; excepción hecha
del Gobierno del Principado que, ni ha estado, ni está y tampoco se le espera
en este ambiente.
Un mecanismo que
procede en forma de ayudas y subvenciones, cuya finalidad última consiste en
apuntalar las bases de sostenimiento y crecimiento; un efecto llamada a propios
y ajenos, de una industria regional,
como es la actividad cinegética, que se presenta transcendente para la
generación de riqueza en sus respectivas demarcaciones.
Bien, el hecho es que aquí, en tierra asturiana, en relación
con lo expuesto, no concurren estas circunstancias. La caza en Asturias,
tradicionalmente, se encuentra alejada de estos actos generalistas tan pródigos
en enaltecer las excelencias de una práctica; un hecho singular, el de la
Administración, que se puede interpretar como todo un síntoma esclarecedor de
una pésima realidad objetiva. No hay equiparación posible; Asturias en ese
sentido viaja en el “furgón de cola” en el tren de la indiferencia.