No entraré en las causas de cómo se produjo, puesto que es evidente que no soy persona cualificada para emitir un dictamen de esta naturaleza, para eso estan los especialistas en la materia -- no son estos los motivos que me animan a editar estas línea - y tambien porque me son desconocidos en lo que supongo sea su su versión más veraz, la autenticidad de los hechos que desencadenaron la triste muerte de un oso pardo cantábrico; solo somos conocedores de aquello que nos ha sido trasladados a la opinión pública a través de los medios. Versiones contradictorias todas ellas que alimentaran falsos debates en declinación de culpables
Es de desear que alguien, algún día, nos cuente como sucedió, cuáles fueron las causas reales que al animal le causó su muerte; algo que me temo es posible no suceda o sea contado a medias verdades. De momento nos quedamos con las dudas que se suscitan desde medios cinegéticos locales que acusan y señalan errores de instrucción y diligencia en el tratamiento para la recuperación del oso y también, como nó, las versiones oficialistas alejadas de estas contundentes críticas como defensa a ultranza de su supuesta responsabilidad tenida en el fatal desenlace final de los hechos.
Salvado en primera instancia y censurando por mi parte las malas artes o practicas empleadas por un desaprensivo (espero que su autor sea puesto a disposición de la justicia y castigado sin eximentes a tenor de su delito, debidamente de acuerdo con la Ley) en la colocación de un lazo, motivo principal, entiendo yo, que indujo al deterioro físico del animal y de ahí todas las posteriores consecuencias.
De lo acontecido en torno a este plantígrado, desde las organizaciones conservacionistas, especialmente aquellas encargadas de su control, fomento y protección, han hecho con prontitud sus portavoces o maximos conductores, analisis del porqué de la situación creada, como primeras valoraciones, saliendo al paso y contrarrestando opiniones efectuadas que les dejan en lugar de cierta incertidumbre su solvencia, crediticia, precisamente, sobre un hecho tan relevante y de gran significado- La conclusión a la que llegan estos voceros en sus interpretaciones de lo acontecido, uno de los supuestos, quizás el más determinante para estos conservacionistas sea el que se refiere al jabalí; una especie omnívora, de amplio recorrido territorial en busca de alimento, viviendo días de esplendor y gloria en cuanto a su densidad, e increscendo. Ello ha propiciado que su caza se haya convertido en una “caja de resonancia” de un efecto llamada para capturas o cobro de este cerdo salvaje, de enorme dinamismo en el devenir de su ritmo vital, que provocan abundantes daños en cosechas y sembrados, una adversidad para el campesino, dando lugar a que se cometan hechos que no deberían producirse a través de una utilización de metodos ilegales, pero que alguien ha considerado que es su mejor forma de defender sus tierras o es dueño y particípe de un peculiar estilo improcedente de las reglas de juego que requiere la caza. Evidentemente hay que reprochar las cosas, a quien o quienes las hacen que, por hacerlas, les colocan fuera de la Ley.
A estos ecologistas de saludables y reconocidos principios en la defensa del medio ambiente, a los que la ciudadanía debemos de agradecer muchas cosas, no deberían ser, como lo son hoy, deformes oportunistas de la realidad aprovechando de paso el fuerte impacto mediático que tiene todo lo que rodea la muerte del animal, para reclamar una mayor y mejor capacidad en la gestión de espacios (debemos interpretar que quieren reducir zonas de caza) y de aprovechamiento (aumento de cupos) del suido en cuestión con la finalidad de impedir su omnipresencia en todos los habitats. Es notorio que, sin jabalíes, se reducen las posibilidades de que haya lazos en el monte, con lo cual la fauna salvaje estaría más a resguardo de estas atropelías.
Está bien que existan Osos en nuestra cordillera, siempre en número adecuado y racional -en este sentido estamos de acuerdo-, para una mejor relación y debida convivencia con el ecosistema y las personas. Una sobredimensión de este animal en una superficie terrestre del tamaño de Asturias daría lugar (10.000 Km. cuadrados) a situaciones problemáticas de difícil contención de los que no estarían exentos hechos luctuosos. A medida que se vaya consolidando los contactos entre miembros de esta especie y aumente la capacidad de reproducirse, no será esta la única “caída en el cepo” del oso que aquí nos ocupa, habrá probamente alguna más.
No se debe de limitar a los cazadores la acción de cazar en unos terrenos determinados por una irracional sostenibilidad cuantitativa de la densidad de osos pardos en territorio Astur. No sería justo. Los cazadores tenemos nuestros derechos que no tienen que ser conculcados por un afán proteccionista desmedido, sin demasiada justificación (la población osera en Asturias en razón de su propia existencia, es la que tiene que ser), por muy importante y loable que sean los objetivos que se pretende conseguir. ¿Es que Asturias, acaso haya dado cobertura generacional, permanente o de forma puntual, en algún tiempo a la existencia de 1000 osos? Por lo tanto a cada uno lo suyo; la caza debe de tener continuidad, dinamismo y espacio por el bien de sus aficionados y por la indudable repercusión económica y social que tiene en nuestra sociedad civil.
No obstante todo ello, los cazadores asturianos ya hemos dado pruebas de fina sensibilidad al firmar convenios con la Fundación Oso Pardo, para que, durante el desarrollo de nuestro ejercicio no hagamos entrada en zonas especiales de acampada de este animal a fin de no molestarle, especialmente en épocas de celo, cría y lactancia Parece que no es suficiente nuestra colaboración. Que duda cabe que nuestros deseos es que el oso goce de buena y larga vida , pero ¡Ojo!.. andemos con cuidado, sin pasarse. Todo en su justo termino.