Granja cinegética de la extinta Sdad. Astur de Caza, "José Ramon Bros"
No quisiera caer en la tentación de ser demagogo y se me considere como un utópico en este planteamiento. Espero poder evitarlo y saber decirlo (mi pensamiento) sin acritud, circunscribiéndome a hechos que considero reales. La relación con lo más variado de las élites ha sido un componente secular de la especial idiosincrasia de la Federación, del que no ha rebajado ni un ápice su nivel desde que me he fijado en ella: y ya son años, guardando un paralelismo dogmatico de sus actuales responsables en actitudes y comportamientos afines a aquellos que les precedieron.
Al respecto no tengo ninguna duda de su larga trayectoria en la capacidad que ha esgrimido y aún lo sigue haciendo de su propia representatividad. La Federación Española de caza, siempre ha contado, como máximo responsable, de una figura señera de la cinegética, de reconocidos valores intelectuales (es muy necesario estar en posesión de este carácter), ello no ha sido obstáculo para estar estrechamente vinculados (sus presidentes) con lo más selecto de la llamada nobleza española a la que han servido fielmente en materia venatoria.
Parece nada ha cambiado. Indudablemente la personalidad del actual mandatario que rige los destinos de la Federación, no es la misma de sus antecesores en el cargo. Elegido en las urnas y no por designación directa, este viene de afuera, es decir, de otro nivel o extracto social, es de pensar se encuentre suficientemente preparado (no seré yo quien trate de analizar su capacidad y conocimientos) para desempeñar su oficio de máximo responsable del ente que dirige. Hasta aquí las cosas bien; la salvedad consiste en que todo sigue igual, me refiero concretamente a los premios de variada índole que la Federación concede a través de su propia iniciativa o a expensas de sus patrocinados (Oficina Nacional de la Caza, Escuela de Cazadores y otras “zarandungas”). Digo nada ha cambiado dada la genuina personalidad de los premiados. Normalmente estos galardones que se otorgan, creados en origen como base de reconocimiento hacia aquellas personas que en todo o en parte han dedicado su trabajo, capacidad, conocimientos y estudios a mejorar en todos los aspectos el ordenamiento y gestión de la actividad cinegética y sus especies. El punto de controversia y contradicción, se establecen en la falta de reconocimiento por quien o quienes conceden los premios, a la caza modesta, a sus tipología social, a labor impagable que ejercen una “legión” de aficionados, de forma altruista a los que normalmente no se les tiene en cuenta para nada, con una enorme deuda de gratitud hacia ellos, como mejor y mayor reconocimiento a su dedicación, individual y colectivamente.
Evidentemente los destinatarios de estos “plácemes” federativos, con alguna excepción, que haberlas hay (pocos justificados) son otros. En ciertos casos, llevan el marchamo de inadecuados o desacertada su concesión. Tienen mismo denominador común, carecen de versatilidad, se adjudican por arraigo a personas influyentes dentro de la sociedad civil, relacionados con el mundo de los negocios o de la burguesía (títulos nobiliarios), periodismo, de cuerpos de seguridad, cazadores profesionales, etc. que habrán hecho meritos (son muchos los que lo hacen y además bien, sin estar en estas listas) no tanto para ser galardonados, como he dicho, salvando la excepción, alguna muy meritoria, pero que me parece fuera de lugar y contexto las distinciones de que son objeto los galardonados por parte del órgano federativo.
Por tanto la sensación que se percibe en este sentido de sus dirigentes, es que viven inmersos en la búsqueda constante de un camino por donde transitar hacia el arribismo a una clase dominante de elevada condición económica, política, empresarial y de la que llaman grandeza española. Es la contradicción que se supone existe. Un Presidente salido de las urnas debe de trabajar para alejarse de las tendencias hacia el favoritismo, evitando la postergación de un colectivo menos favorecido y reconocer, con amplitud de miras, aspectos más variados de su gobierno.
A este Presidente de la nacional claramente se le se le ven sus intenciones; discrepo abiertamente de su estilo figurativo, mascarón de proa de un protocolo afanoso en labores de promoción de su persona, adicto a la representatividad de actos exuberantes en donde posiblemente recompensa a muchos de los válidos que le ayuden a sostenerse.
La caza modesta vive necesitada de más reconocimiento en su enorme labor social, del buen ejercicio de su práctica, de la que está huérfana de ser apreciada en sus méritos contraídos, en la medida que lo pueda ser. Dentro del ámbito de esta tipología corporativa conviven y actúan personas de gran talento y de trabajo ímprobo, auténticos especialista en la materia que nos ocupa, anónimas, auténticos “utilleros”, de trabajo en la sombra, entregadas a una labor generosa de servicio a un colectivo común. No hacerlo así por la Federación Española de Caza, su ” ínclito” Presidente y quienes le secundan, es una flagrante discriminación, una autentica injusticia.