Resulta del todo improcedente relacionar la caza y los cazadores con la actividad ilícita que ejercen aquellos individuos que por el mero hecho de dar rienda suelta a unos instintos o criterios egocéntricos vulneran con su actitud el buen ejercicio de la caza. Indudablemente el cazador responsable vive y práctica la actividad venatoria fuera de estas perniciosas tendencias, pero no por ello, desde distintos ámbitos, medios escritos y hablados, se deja de incidir en la fusión de estos dos conceptos. Es obvio que no es así, que nada tienen que ver y que sufren de errores de interpretación y de dicción quienes así se expresan. El hecho sucede, cuando una noticia, más o menos de alcance, sale en los informativos de algún telediario, en las ondas radiofónicas o en letra impresa dando cuenta de la detención por la autoridad competente, de uno o varios sujetos sorprendidos con las “manos en la masa”, detenidos y trasladados al cuartel de la Guardia Civil correspondiente, donde les serán instruidas las precisas y pertinentes diligencias, como autores de estos actos vandálicos.
Seguramente el profesional encargado de difundir la noticia que desde la redacción le envían, no sea consciente o no tenga el conocimiento adecuado sobre el sentido del término empleado y las posibles consecuencias negativas que para la caza pudieran derivarse de esta errónea interpretación. Sin duda afecta y resta credibilidad al concepto ético de la caza, toda vez que establece un paralelismo equívoco por distorsionador de una realidad, como es el beneficioso ejercicio de la actividad cinegética, con unos valores cívicos en su concepción y desarrollo distintos y distantes de la improcedente acción del furtivo.
Se hace por tanto necesario discernir con claridad a la hora de emitir estas noticias, quien es quien, y dejar por sentado que el furtivo es el delincuente y no asociarlo a actividades legitimas, como es la caza autorizada. Debe de ser erradicada la palabra cazador, cuando de furtivismo se hable.