Es algo que
se ha podido apreciar en estas últimas temporadas, pero creo que hasta ahora,
que recuerde y guarde en la memoria, a
tenor de las noticias e imágenes que nos
llegan, es oportuno decir que nunca antes tanto jabalí en Asturias de las
características de las que se citan se ha logrado abatir en estos dos primeros meses de la temporada de
caza 2016/17. Desconozco hasta cuando el
cobro de este tipo de piezas tendrá tiempo de vigencia en orden a su importancia
cuantitativa y cualitativa. Es de suponer que si se hacen las cosas bien, la
saga tenga continuidad.
¿A que es debido?, ¿cuáles son las causas para que se produzcan abates de
este significado? Lógicamente, entiendo que todo tiene traducción. Al respecto,
interesado en el tema, he procurado
pulsar la opinión de muchos de mis compañeros y allegados en estas lides de
caza; personas con conocimientos
acreditados; no obstante recibir respuestas desiguales. En estas consultas, las
afirmaciones más frecuentes están relacionadas con el éxodo de jabalís con
mayor tamaño de los montes de la cordillera cantábrica hacia el centro de la
región, e incluso, hasta la rasa del litoral costero, huyendo de la presión que
les ejerce el Lobo y la falta de alimento. Han encontrado en otros terrenos,
seguridad, acomodo y materia para abastecerse. Es la versión, oída y escuchada,
con mayor reiteración
Hay algo
que me parece oportuno e importante que
quisiera resaltar. Se han abatido en estos primeros compases de la desveda, jabalíes
de gran peso y de escaso trofeo; ello quiere decir sin duda, que pudieran estar
en el entorno de ochenta o noventa kilogramos, pero no siempre de edad adulta.
Habría que situarlos, por la proporción escasa de sus colmillos, cercanos a los
dos tres años de vida. No es de extrañar que se den estas condiciones
morfológicas disformes, puesto que el
suido goza de todas las prebendas alimenticias que pueda ofrecerle el campo, y
no escatima, ni hace ascos, para
satisfacer su carácter omnívoro.
Otra cosa,
son los “navajeros”. Se decía que no los
había porque los cazadores, no le dábamos tiempo a crecer y hacerse vetustos.
Es posible que así fuese; eran otros tiempos y el jabalí no tenía la fuerte
presencia en el medio natural que atesora en la actualidad. La cuestión es que,
“navajeros” haberlos, hay. Se están cobrando bastantes ejemplares que exhiben
un potencial de sus atributos convertidos en trofeos, como antes no se han
dado, salvo excepciones, como es natural. Lo habitual es que no hubiese este
tipo de las ahora denominadas “bocas” en la cuantía en que se viene
produciendo. ¿Por qué ahora sí, y antes no?
Mi opinión personal, la fundamento en que, una
vez cerrada la veda, queda mucho jabalí en tierra astur, aunque la densidad no
sea la misma, dependiendo de zonas. Sin entrar en lo que es necesario hacer
antes que conveniente, tengo la impresión de que en ciertas partes no se formaliza
la posibilidad de ser más resolutivo en los abates como primer objetivo. Ello
supone disponer de un rango mayor de
machos cumpliendo años. En efecto, la caza del jabalí en Asturias no ha sido ni
es selectiva, a diferencia de otras
zonas, que vive centrada en la presión sobre animales mayores (caza comercial).
En nuestra comunidad ha sucedido todo lo contrario: lo prioritario desde la caza social ha sido en los últimos
tiempos hacer “numero”, casi siempre
alcanzado en su mayoría sobre individuos en periodo de formación
He podido
comprobar desde mi posición interpretativa, que este tipo de detalles son las
razones de la protuberancia anatómica (arrobas y navajas) de este animal cuando
queda abatido. Los jabalíes, de primera o segunda hornada, que han logrado
pasar el corte, es decir: en gran medida han resultado indemnes de los
cuantiosos avatares que han hecho peligrar su ocaso definitivo, haciéndose mayores
en el medio, consolidando su posición a través de la experiencia que adquieren
logrando alcanzar la longevidad desde el instinto de conservación adquirido con
el paso del tiempo.
Se han
hecho “viejunos” y por tanto “macarenos”. Han sido muchas las luchas y batallas
libradas de que han salido victoriosos logrando evadirse del acoso de sus
enemigos, que les ha permitido alcanzar libertad, peso y colmillo. Evidentemente,
todo tiene su final, y después de muchas vicisitudes pasadas para el animal,
llega su ocaso en forma de abate. Cuando este hecho se produce, los bastiones
defensivos que luce, serán la principal referencia que señala su edad (cinco,
seis, siete años, a lo sumo), en
términos de aproximación muy cercana a la realidad. No es el peso el indicador.
De lo que
se puede deducir que, estos excepcionales bichos, han nacido, criado y
desarrollado todo su potencial en zonas no lejanas a donde han visto la luz por
primera vez. Alguno habrá venido de lejos, es obvio. La vieja teoría que en mis
años mozos tantas veces escuche a ilustres veteranos, curtidos en el arte de
entender y desarrollar magistralmente la
complejidad de la caza, de que cruzaban la cordillera, venidos desde pagos
castellanos, al olor y sabor de las castañas, tiene menos verosimilitud en el
momento actual. Asturias ha cambiado su status rural; contemplar la enraizada
maleza que cubre la superficie de esta región, nos aboca a la desilusión. Es aquí, en este embrollo de
crecidos matorrales y el abandono del campo por el agricultor, y la falta de
limpieza de matorral en montes de utilidad pública, donde se curten en
sabiduría, peso y defensas estos magníficos e inteligentes omnívoros que los
cazadores logramos darles caza, no sin antes haberse convertidos en maestros en el noble oficio de sobrevivir.
No creo que
sean una excepción con periodo de caducidad determinado por su caza y que
pasado el tiempo, de no cambiar las cosas, me refiero a la importancia del
formato morfológico, si se seguirán cobrando en orden aproximado al actual, pero
si creo sea suficiente para abastecer el
ego de los cazadores afortunados cuando de abatirlos se trata con la identidad
de su volumen físico y trofeo. Veremos jabalíes a nuestro alrededor, bien sea
en el campo desnaturalizado por la falta de identidad que le ha caracterizado
antes de su abandono; en proximidad a
las urbes, mientras no les afecte algún agente infeccioso que les desestabilice
y produzca mortandad. La caza, los cazadores, harán todo lo posible para sostenerlo en racionalidad adecuada.