
De
persistir en el Ejecutivo esa firme voluntad de proteger y dar
cabida a las andanzas y algaradas del lobo en buena parte de nuestro
país, carecería de sentido la no aplicación de
políticas solidarias, con
aquellas autonomías ubicadas en el denominado tercio noroeste
español que acumulan soportando la mayor concentración de
ejemplares de esta especie, por tanto, las que más lo sufren. a
fin de homogeneizar la carga económica que supone sostener la
factura resultante de los daños que producen los continuos
ataques de este formidable depredador a al ganado domestico, cuyos
propietarios damnificados sufrirían de serias dificultades para
mantener su actividad en este campo. Hasta ahora los gastos que han
supuesto un coste muy elevado la especial protección del lobo, se
han venido sufragando únicamente a cargo de las regiones afectadas a
través de sus presupuestos públicos. Por este motivo, se hace muy
necesario involucrar, a modo de responsabilidad compartida, al resto
de las comunidades que no lo venían haciendo, por estar libres de
todo riesgo, cual es, de la presencia física de lobos en
territorios, s, si se ha de tener en cuenta que recientemente se han
decantado sin prejuicios en favor de mantener el actual nivel
poblacional de este cánido e incluso alientan desde su esfera del
desentendimiento con el problema, el fomento demográfico, como
formula que facilite ampliar su expansionismo, siempre y cuando no
sea en su propio territorio y les pueda perjudicar tener abundancia de lobos en
libertad, sin tasa, ni control, siguiendo el guion marcado por
aquellos a quienes les puede su ideología, que tiene más de
sectaria que de un ejercicio de realismo, equivale a conflictividad.
Para que el lobo alcance una mayor densidad se
han urdido estratagemas elaboradas sin contar con la siempre
necesaria opinión del sector afectado y establecido unas duras
restricciones, perfeccionadas desde un amplio desarrollo legislativo
que por los potenciales efectos negativos que producirían en el
mundo rural, su entrada en vigor, no hace concebir para el futuro
esperanzas de mejora, por carecer de elementos suficientes para ser
optimistas, puesto que `por el momento, la nueva norma, solo ha
traído preocupación ante lo que se les avecina. .Ocurre qué, nadie
tiene ganadería extensiva cuya finalidad sea la de constituirse en
presa que sirva de suministro de alimento al formidable depredador, y
sea motivo de infligir cuantiosas pérdidas patrimoniales a la vez
que importantes descalabros dinerarios y el sentimiento profundo de
aquellos que se sienten desposeídos de sus bienes; además de
sentirse víctimas desairadas..
Por
tanto hay que ser consecuentes. Un incremento gradual excesivo de
lobos nunca tiene que ser un problema ajeno. La colaboración de todas
las instituciones públicas se hace muy necesaria para gestionar una
abundante o excesiva densidad del cánido en cuestión, que ayuden a
compatibilizar aspectos sociales, económicos y medioambientales.
Está claro que el lobo ha ganado terreno.
.