No es nada nuevo predecir las dificultades que entraña para el cazador foráneo, a diferencia,
supuestamente del nativo, la caza del jabalí en territorio somedano. Estos
desarreglos arrecian y van a mayores, a medida que el oso tiene mayor presencia
en hábitat de mutua convivencia con el jabalí.
No es la extraordinaria orografía de Somiedo, lo abrupto de
su composición, lo que intimida al cazador, adaptado a tener que soportar
esfuerzos y condiciones climatológicas adversas, sino que lo absurdo de una
situación creada y fomentada para que las posibles incursiones que pudieran
darse en ciertas áreas se vean obstaculizadas si en ellas tiene su vivencia el
plantígrado cantábrico.
Las posibilidades de cazar en zonas oseras se limitan
muchísimo, incluso esta práctica queda abolida en prevención de cualquier
eventualidad que pueda molestar a la especie protegida. No hablo de las
bondades que pueda tener la recuperación del oso, lo hago desde el fiasco y el
perjuicio económico que me supone a mí (he tenido experiencias negativas en
este sentido en aquellos lares) y, por lo que oigo, a otros muchos. Acudir a
cazar el jabalí a esta Reserva o como se
le denomine, requiere previamente de un desembolso inicial en forma de tasa de
expedición del permiso necesario para esta modalidad de caza en aquel
territorio. Otros complementos, como gasto, son inevitables que haga posible el
traslado al cazadero. Un movimiento de personas se hace necesario para dar
comienzo a las batidas que se producen en zonas muy concretas, escasas de
contenido, próximas a carreteras locales, cercanas a los pueblos, pero nunca en
profundidad.
Ello equivale a un desafuero del cazador que se ha visto
envuelto en una engañifa y hasta cierto punto estafado. Si a ello añadimos la
actitud mostrada por algún que otro profesional de la guardería, quizás debidamente adoctrinado por sus jerarcas, cumpliendo un
trámite demasiado austero para mi parecer en lo que se precisa en prestaciones informativas
y de logística al cazador, nos da una idea de lo inoportuno, innecesario e inútil que para
algunos es cazar el jabalí en Somiedo.
Este Concejo asturiano tiene muchísimos atractivos que
ofrecer. Son muchas las razones para visitarlo, disfrutar de la belleza de sus
maravillosos paisajes, contemplar en plena naturaleza una fauna salvaje densa y
diversa, la flora exultante que cubre su
manto forestal, la grandeza de sus valles y altas majadas, el tipismo de
los pueblos de alta montaña, la variada y exquisita gastronomía, et.etc..; pero no es la caza del jabalí, muy
condicionada por el oso, lo mejor que
pueden ofertar a sus visitantes.
Cuando se crea la
posibilidad de ir a cazar el jabalí a Somiedo, aquellos aficionados no
residentes a quienes les concedieron la posibilidad de poder hacerlo, en gran medida desisten cada vez más; en primer
lugar, motivados por la escasa densidad
de esta especie y en segundo, por las trabas y limitaciones de que son objeto, mas estas últimas.
Es entendible que el sector turístico de Somiedo tenga la
necesidad de que la caza sea una actividad complementaria importante para su
economía. Sienta el calor de los cazadores próximo a sus negocios, derivado de
la diversidad y generosidad en el gasto. Pero ello no es óbice para que este
colectivo, ante el trato recibido en sus acciones de caza, encuentre
alternativas distintas y mejores en otros sitios de perfil más asequible. Estoy
seguro que uno de los compromisos del Principado para con Somiedo y su
comercio, requiere sostener la expedición de permisos de caza para el
jabalí, aún a su pesar.
Por tanto, si la prioridad es la salvaguarda del oso, hasta
cierto punto es entendible. Conviene sin embargo, tener lealtad con la caza y los cazadores. Es preferible que
no se concedan permisos en las actuales circunstancias, antes que
enviar a cazadores al estrelladero de la burla.