
Es evidente
que quien así se ha expresado sobre el
nivel poblacional actual del jabalí en Asturias, no está en clara sintonía con
la realidad. Las actuales generaciones
de jóvenes cazadores que han crecido entre una demografía jabalinera sin igual,
la consideran insuficiente, según se expresan algunos, lo cual no deja de
llenarnos de perplejidad a quienes hemos
soportado épocas de verdadera penuria
jabalinera.
Para un veterano cazador que ha vivido momentos
dispares en el orden demográfico y de aprovechamiento de esta especie, resulta
sorprendente que, un recién llegado, le
diga que, para abatir dos jabalíes no merece la pena salir al monte. En igual
medida de escepticismo ante estas declaraciones, se debe de considerar la opinión
de quien asegura que en Asturias no existe superpoblación de jabalíes.
Desconozco en que basa el criterio este Sr.
Debemos
remontarnos a tiempos atrás. Me refiero a cuando abatir un jabalí suponía todo
un acontecimiento. No hace mucho de
esto. Corrían los primeros años ochenta del siglo pasado cuando las capturas no
llegaban a un 5% de las que se producen en la actualidad: todo un dato
significativo. Había un notorio despoblamiento de esta especie. Hoy, en un solo
coto social de caza, se abate una cifra igual o superior que las que se daban
en su totalidad en aquellos momentos. Como ejemplo significativo del gran
diferencial, baste recordar que en los
años setenta y principios de los ochenta, no más allá de recién iniciado este
último periodo del siglo anterior, es a lo que me quiero referir, escasamente pasaban de 60 ejemplares los
cobrados por 315 cuadrillas en aproximadamente 1500 cacerías celebradas por
temporada en los cotos sociales que gestionaba la desaparecida Sociedad Astur
de Caza.
Se ha dicho por expertos que en Asturias campean
entre 50 y 60 mil bichos de estos. La verdad que parece difícil, por no decir
imposible, el determinar su estimación numérica, aunque sea a “ojo de buen cubero”. No
obstante, tanto si así fuera, como si la
cifra es inferior (abogo por esto último), no cabe duda que el suido cobra presencia
física real solvente a lo ancho y largo de la comunidad asturiana, hecho que
viene a confirmar que en nuestra región, se encuentra con una población fuertemente
numérica, expandida y asentada.
En cualquier caso, es de estimar que, a esta
definición con pretensiones de ser absoluta, le ha faltado pragmatismo. Afirmar
que en Asturias no existe superpoblación jabalinera, no parece que sea lo
cierto. Comparativamente con otras
comunidades, la nuestra no adquiere el
realce de las provincias de Gerona, Lérida, Huesca, etc., áreas territoriales
en donde es posible pensar que el jabalí supone ser una auténtica plaga, que no
es lo mismo que una excesiva población, si consideramos el altísimo porcentaje
de extracción que se produce anualmente de este animal en aquellos lares, cifras
que incluso duplican a las de Asturias.
Lo
llamativo del caso hay que situarlo en los numerosos lances que se producen gracias a
su excepcional reproducción que posibilita realizar estas acciones. Abatir en una cacería dos, tres, jabalíes, es
casi lo normal. A diferencia de antaño que lo propio le suponía al grupo bajar
del monte, una y otra vez, escaso de fuerzas y sin “prenda que colgar”, después de no haber encontrado ni rastro de la
sombra de este carismático animal, no por ello caer en la desesperanza.
Ante un
panorama de capturas que pudieran ir en
franca involución habrá que preguntarse, llegado el hipotético caso de una pérdida
sustancial del valor cuantitativo cinegético que supone este omnívoro
irredento, si los cazadores de ahora darían continuidad a su estancia en la
caza.