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Abatir un
jabalí se hace desde cualquier posición y situación que nos permita disponer de
opciones para ser eficaces. Una distancia prudencial con este tipo de piezas de
caza mayor, si el animal discurre por un paraje que ofrezca racional
visibilidad, será la adecuada para afrontar el compromiso de su cobro.
Se abaten
ejemplares de esta especie con grandes aciertos en el tiro, que no por eso se debe otorgar carta
de naturaleza al operante y concederle el crédito de ser un fino estilista para estos asuntos. Abatir un jabalí cuando espantado, cargado de
adrenalina, siente el aliento y sufre el acoso cercano y persistente de los
perros, huyendo a la desesperada ladera abajo por un mar de enraizada naturaleza, guardando
una distancia igual o superior a 75-100 metros del apostado cazador, representa una
enorme dificultad para el “esperista”, puesto que la pieza no reparara en salvar
obstáculos por muy difíciles que estos
se hallen en su recorrido con tal de salir airoso del trance vital a que está siendo sometida.
Un mecanismo de salvaguarda que desarrolla al máximo de sus posibilidades,
es decir: Emprendiendo una veloz carrera, haciendo alarde en su defensa y amparo de toda una estrategia
posibilista en la dura batalla por supervivir a través de su innegable extraordinaria
inteligencia y bravura. En estas circunstancias, efectuar un disparo largo en
plena carrera por un desnivel de las características señaladas, lo más lógico
que suceda, es errar el tiro. De no ser así, debemos conceptuar que el destino
se ha aliado con el cazador. Aunque es menester hacer constar que (es justo
reconocerlo), la suerte hay que
buscarla, lo que significa, estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno.
No
obstante, los hay templados en el tiempo previo y durante, que para mí es la base fundamental de los
aciertos, más que otra cosa. Los nervios en estos casos son malos compañeros de
viaje. Será importante en momentos tan decisivos hacer uso de un armamento fiable; cartuchería metaliza garante de
precisión y parada; y las opciones que
ofrece, para aquellos que lo utilizan, un visor de óptica oportuna. Todo ello,
debidamente puesto a punto deberá conjugar con la experiencia. Un avezado cazador,
en esta situación, curtido en lances, tendrá muchas más posibilidades de ser
resolutivo.
En las
diversas monterías en que participamos, todos hemos visto jabalíes en distintas
versiones, en cuanto a su desplazamiento se refiere, circunstancias que se dan dependiendo de la
presión que ejerzan sus perseguidores. En
estado de normalidad, cuando el acoso aún no es inmediato y las ladras
no resuenan cercanas, se produce en este animal una instantánea característica
de la especie, que le hace pararse muy brevemente. Quizás sea un método preventivo
que suele realizar a modo de
orientación; bien que algo le resulta
extraño a la vista; un viento determinado que le traiga sensaciones e incluso,
ese presentimiento basado en la desconfianza que acompaña su carácter esquivo. Curiosamente,
esa instantánea no más allá de un segundo que concede a través de inmovilizarse en busca de la mejor opción a
seguir, es una de las causas importantes de que sufra numerosísimas bajas en sus filas.
De esta
oportunidad de oro, aquel cazador ducho en el conocimiento de la especial
idiosincrasia y reacciones de esta magnífica especie cinegética, expectante a
que se produzca el gesto, una vez efectuado, sacará rentabilidad, si no hay precipitación. Conocedor
de que ese ínterin de mal segundo que sin saber tienen los jabalíes, momentos
en que se para y hace la estatua, es la mejor ocasión para activar el lance con mejores garantias.
La acción
en el disparo, una vez la pieza en el punto de mira o en la cruz del visor, no
puede padecer de dudas; debe resolverse con celeridad y no esperar a mejor ocasión. El tiempo de pausa
es mínimo y no permite especulaciones. El tiempo en que se vivirá el lance, caso de que
este resulta fallido, no tendrá carácter de continuidad..