
LA NIZA, DE JAVIER ORNIA, CONTROLANDO LA ARCEA.
Resulta
un sin sentido que desde Ecologistas en Acción se traslade a la
opinión pública su visión arriesgada de que la caza “genera un
profundo y negativo impacto en el equilibrio natural, la
biodiversidad, el bienestar animal y el desarrollo rural”, puesto
que es injusta al no estar argumentada y basada en hechos reales.
La
valoración que se haga sobre la caza dependerá mucho del grado de
conocimiento que se tenga sobre ella. La consolidación de la caza,
como un potente activo socioeconómico y protector medioambiental
ha sido la gran desconocida por la mayor parte del ciudadano
urbanita, lo cual quiere decir que se debe relacionar esta disfunción
informativa con una de las causas que configuran los males que hemos
venido padeciendo los cazadores.
Detrás
de la actividad cinegética, fluye un activo mundo de gran dinámica
interna y externa generando ingentes cantidad de recursos de los que
se sirven numerosas corporaciones municipales, para impulsar su
desarrollo, con el añadido de haber despuntado y florecido en el
Medio Rural, sectores empresariales, relacionados con hotelería y
de restauración, generadores de importantes rentas locales y para
el mercado laboral, estrechamente ligados a un turismo en auge como
es la observación e interacción de la vida animal en sus habitats
naturales. Donde antes había abandono, ahora hay prosperidad.
Más
allá de los indicadores económicos y sociales, de la riqueza que
han aportado la cantidad de actividades que van asociadas a la caza,
se debe destacar, para concluir, que estamos ante lo que es un
ejemplo nítido, transparente de entender el porqué de lo que supone
ser una esplendida realidad, referido a la notable diversidad y
densidad de especies cinegéticas que pueblan en la actualidad y
desde hace tiempo, a lo ancho y largo de la geografía española, los
numerosos cotos de caza social y privados; zonas de seguridad,
reservas y parques nacionales, convertidos en áreas temáticas de
reconocida entidad y solvencia. De lo que se deduce que la caza ha
sido el agente principal, y no otros, que ha permitido alcanzar estos
logros.
Contrariamente
a lo que se ha dicho, todo esto es la consecuencia normal del valor
que la caza ha venido concediendo a la gestión y ordenamiento de sus
recursos. Lo que si lamentamos el colectivo de cazadores es la falta
de reconocimiento a su magna obra constructora.
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