La Asturias cinegética esta necesitada de un cambio sustancial en la orientación de un deterioro que se presume imparable (cada día salen a la palestra algún desagradable conflicto) que sufren sus estructuras orgánicas (sociedades de caza) al que resulta imprescindible poner fin cuanto antes. Parece que la caza en nuestra Comunidad es sinónimo de luchas intestinas entre los diversos cuerpo de su composición de las que se excluyen las oportunas salvedades, que haberlas hay. Hace falta paz y sosiego, de manera especial generosidad por parte de todos los actores implicados en serias desavenencias, campo germinal de insanos procederes y mal querer, conflictos latentes enquistados, a los que parece no tener solución.
No es un hecho circunstancial, sino una necesidad palmaria, armonizar de la forma más conveniente estos antagonismos. Un reto que debería de ser para la nueva administración, si es que lo intenta (le conviene, un sector en calma le facilitaría su labor) y pueda dar con la clave de una unión imperecedera, por el bien de todos, evitando esa disgregación que se sufre en lo que debería ser un todo en su conjunto, fomentando a través de la impronta de su ascendencia, la erradicación de actitudes deficientes en el cuerpo social de la caza, poco o nada desprendidas, incluso desleales, que hayan originado enfrentamientos cainitas entre cazadores locales, en aras de auparse a puestos de privilegio y de dominio.
Dadas las circunstancias que concurren y conocidos sus efectos, tal y como están las cosas, quizás sería pedir “peras al olmo”. La actividad cinegética vive momentos álgidos de participación, debido a la fuerte densidad alcanzada por las especies de caza. Creo sinceramente que la semilla del desencuentro subyace (una de sus causas principales) en el mercadeo de perros de rastro (su cotización alcanza cifras “galácticas”) y en su carácter competitivo (es una opinión bastante extendida) todo un autentico comercio de pingües beneficios, de dudosa fiscalización, que mueve ingentes cantidades de dinero. Por tanto no es difícil de discernir de donde es originario, como principal motivo, el foco de la conflictividad.
La caza en nuestra región más se parece a un “reino de taifas” en donde abundan por doquier las personalidades egocéntricas. Sesenta o más Cotos de Caza instalados sobre el mapa de superficie de nuestra comunidad (tres cuartas partes su territorio) no es nada comparable a como se ejerce la actividad cinegética en otras comunidades del resto del estado español. Se trata el nuestro, de un minifundismo inapropiado, en cuanto a la totalidad de cotos de caza se refiere, fuera de contexto para los tiempos que corren, proclives por la obligada necesidad, dadas las crisis sectoriales, a la integración de industrias y servicios, públicos y privados, como vías de tránsito hacia la consolidación y mejora en las cuentas de resultados de las empresas y organismos. La caza no debe de ser equidistante a estos planteamientos; la crisis también se encuentra instalada en sus mecanismos de gestión social.
La dificultad de mejora que la acción conjunta supondría, estriba en la negativa del clásico ”virrey” o cacique local, sigua adoptando, ante la posible pérdida del manejo de la caza en sus dominios. En algunas áreas la lucha por el poder es cosa de dos facciones o tendencias, en reñida pugna por el control de la situación. Se suceden pues, divergencias de compleja solución al problema.
Cuando se escribe la palabra “GENEROSIDAD” como elemento corporativo para la caza, la interpretación que se pueda extrapolar de ella y los resultados que se obtengan,cobra otro significado distinto a su acepción. En el cuerpo social de los activistas cinegéticos que la componen se encuentra inscrito un ambiente nada edificante, movido por intereses espurios. Y es que la caza, aquí en Asturias, también tiene el olor del dinero. Por lo tanto, es mucho lo que está en juego y toca defender.De ahí los lios que se forman.
