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Blog de Caza
23 de Septiembre, 2014    General

ME LIBRÉ POR LOS PELOS. TEMPLAR "GAITAS" CUANDO AMENAZAN A LOS CAZADORES


A veces los cazadores asturianos, durante el transcurso de los actos  en que desarrollamos nuestra actividad en el propio campo (no puede ser de otra manera), solemos penetrar en espacios de dominio particular, que quizás no haya sido la mejor opción, puesto que lo prudente, a tenor de alguna que otra incidencia desagradable que hemos tenido que soportar por distintos conductos, hubiese sido más oportuno haber elegido otra vía de tránsito, rumbo al “apostadero”, o, tras de la pieza, cuyo rastro, sus emanaciones,  nuestro perro ha detectado y persigue con ahínco hasta su localización y parada  definitiva.

Son terrenos algunos, por los que esporádicamente circulamos, quizás labrados unos, y otros de pasto, que si bien la incidencia producida, que origine  posibles daños, resulta en una inmensa mayoría netamente  de escasísimo bagaje perjudicial, insignificante me atrevo a decir, para sus titulares y, por tanto, pese a ello, dignas de no haber sido tenidas en cuenta -salvo excepciones de algún desaprensivo- por quienes nos increpan,  mostrando un cierto malestar, a veces, la mayor de la causa, sin relación  con el efecto producido.

Ante la agresividad que muestran algunos de los que nos increpan, considero oportuno decir, según mi criterio, procede evitar enfrentamientos con replicas airadas, a  pesar de la carga enjundiosa que hemos de soportar. Por propia experiencia, alguna vez he pasado por estos trances, procede desde el inicio el dialogo constructivo con la persona que nos inquiere; para mí, es la mejor terapia para tratar de paliar efectos negativos por nuestro normalizado comportamiento; que si bien está avalado por la legalidad de que goza nuestro ejercicio, no todo el mundo quiere comprender y admitir nuestra situación, menos si se siente perjudicado, aunque esto pudiera ser una disculpa sin causa real suficiente que justifique cualquier  arrebato.

En diversas ocasiones he sido objeto de intemperancias de este tipo de “llamadas al orden” por encontrarme a punto de cruzar, o cruzando tierras –siempre que me toca hacerlo, procuro que sea por el lado que no genere lesiones en el cultivo-, especialmente si la tierra se encuentra en “ flor”,  o a punto de dar su cosecha. Afortunadamente, hasta ahora,  siempre he salido indemne de estas situaciones y en buena relación con la persona que me recriminaba.

A veces las palabras, las adjetivaciones con que nos denominan, se sustituyen por otro tipo de actos mucho más hostiles, en forma de amenazas acometedoras, portando nuestro malhumorado interlocutor, cualquier artilugio de labranza u otro objeto, como elementos intimidatorios.

Una situación relacionada con el asunto que me ocupa esta redacción,  de lo más apurada que he vivido, sino la más, la he tenido que soportar no hace mucho. Me encontraba en una extensa finca totalmente abierta, sin avisos precautorios que impidiesen el paso o estancia, pletórica de frondosos árboles frutales, optima; sin nada en contra en principio que impidiese la estancia de un cazador en tan querencioso lugar,  a la espera de que le llegue la pieza, objeto de posible abate. Mi presencia pronto fue detectada por un perro guardián, quien con sus ladridos, puso en alerta a sus dueños, residentes en una vivienda rustica en el alto de una colina, alejada suficientemente  de mi lugar de ubicación, a una distancia muy superior a la que la norma permite cazar, a buen resguardo de cualquier contingencia, como consecuencia del empleo de mi arma.

 Desde donde me encontraba apostado oía voces desmesuradas sin saber de quién procedía, aunque sí de donde; hacia aquel lugar ruidoso centré mi curiosidad; pronto pude observar a la silueta de una persona de mediana edad que encaminaba sus pasos hacia el lugar en que me encontraba, blandiendo airado y amenazante un artilugio  de uso en la labranza (pala de dientes), cuestión que yo intuía, por las muestras que generaba, con verdaderas intenciones de agredirme. Una situación imprevista, no deseada,  de la que pronto me hice cargo, centrándome en hallar una solución de nulo enfrentamiento, tratando de evitar la gravedad de tales intenciones y calmar aquel individuo.

Mi estrategia, según la persona  se acercaba a mí, consistía en principio, fundamentalmente, en apaciguarlo,  por lo que decidí dirigirme  a él con voz distendida. Ante mi pronunciamiento de tono moderado, pronto observe en aquel personaje un cierto relajamiento en sus formas; perdían intensidad, siendo receptivo a mis palabras, cuestión que me incitó a seguir hablando, sin dejar de observarle, con la vista puesta en sus modos.

Ya más relajado aquel individuo -un alivio-, con las manos vacías,  iniciamos un dialogo intenso y extenso sobre la actividad de la caza y el comportamiento de los cazadores a su paso por fincas que, para mí, dio sus frutos, nunca mejor dicho, en distintas versiones. Por una parte logré salvar sin sucesos nocivos, una situación que identifiqué tenía todos los visos de presentarse, cuando menos complicada, peliaguda, por el riesgo de una seria amenaza a mi integridad física. Después de haber logrado conciliarme a través de sentidas palabras, debo decir que,  algo más, estoy seguro, aquel ciudadano sabe sobre la caza y la leyenda de su buen ejercicio, así como el comportamiento de los cazadores responsables en el medio natural;  después de este proceso de apaciguamiento, el ánimo calmado, una vez revertida la situación,  creo haberle inculcado otro tipo de información cercana a la realidad

Terminada la plática amistosa, a resulta de nuestro mutuo entendimiento, cada uno para su lado, finalizada la batida, sin objetivos que cumplir (no pude cubrir el puesto9,  ya solo, me acercaba a mi coche, para reunirme en el sitio acordado con el resto de mis compañeros, cuando aquel señor, de nuevo, a voces, desde la distancia, se dirigía hacia mí. En esta ocasión, para invitarme, puesto que me autorizaba a que pudiera llevarme, cualquiera tipo de fruta que generosa colgaba de sus árboles. Algo impensable después de los acontecimientos vividos. Toda una experiencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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publicado por eduardobros a las 15:25 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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