SOBRE LA CAZA DE LA ARCEA SE HA ESCRITO Y EMITIDO INFORMES TECNICOS SOBRE SUS COSTUMBRES Y HABITOS MUCHO MÁS QUE SOBRE CUALQUIER OTRA ESPECIE CINEGÉTICA. A PESAR DE ELLO Y DEL SEGUIMIENTO QUE SE HACE DE SUS MIGRACIONES Y ACAMPADAS, GRACIAS A LOS MEDIOS PRODIGIOSOS DE QUE SE DISPONE Y AL ENTUSIASMO DE MUCHOS (ES INCREIBLE LA PASION QUE SE LE SIENTE) AL TIEMPO ACTUAL, PARECE QUE AUN QUEDAN COSAS POR DESCUBRIR SOBRE SU COMPORTAMIENTO ANTES DE CERRAR EL CIRCULO.
lLa cosa es que, más parece un deseo académico de un técnico con ganas de darse a conocer, que una realidad puramente objetiva. Proponen modelar la caza en Asturias de esta ave (ya lo está de sobra, de momento no hace falta más) notable migratoria (impredecible con antelación las entradas hacia sus lugares querenciosos de invernada, siempre dependiendo de la climatología y sus factores adversos), como alternativa a un racional y necesario equilibrio sostenible de esta especie. No ha sido en Asturias como consecuencia de su caza, donde se produjo el inicio de su involución demográfica (las extracciones abusivas han tenido lugar en otros lugares lejanos a nuestro país, cuestión que habrá que suprimir), si es que ha sido tal y en la medida que nos ha querido dar a entender el autor del trabajo publicado; a diferencia de otras regiones cantábricas y norteñas, nuestra comunidad ha sido pionera en el control, fomento y protección de este bien cinegético tan apreciado por los incondicionales a su caza: esta posicionada, desde hace un cuarto de siglo en la “numantina” salvaguarda de este silente volátil. Cierra su temporada de caza a finales de Enero, en periodo de celo y contrapasa, en señal de respeto por los cazadores asturianos hacia los ciclos biológico, los cuales no se “rasgaron las vestiduras”, solamente ha sucedido que se han adaptado, por este consecuente hecho, en clara desavenencia con otras comunidades vecinas y países limítrofes con el nuestro que lo hacen duplicando los días de caza, (en el caso de Francia con abates escandalosos), seis días a la semana, en periodo pre-primaveral, con masivas capturas en ese país, que dejan una mínima parte (las que no han podido abatir) para el resto de los mortales. Un síntoma inequívoco de que si la arcea no consigue distribuirse con más prodigalidad a sus invernales del mapa ibérico, no es por falta de efectivos o por que haya disminuido de forma alarmante la consistencia numérica de la especie.
Aquellos países primeros que reciben las arribadas de la arcea, es en donde su caza es más intensa y cuantiosa. La consigna es, no dejarlas pasar, al menos en la medida de lo posible, hacia zonas cálidas en el sur de Europa. Será en otras regiones Europeas, especialmente las del centro y septentrionales, con su contundente caza, donde se tiene que hacer una acción de contrición de las veleidades que originan con tal desproporcional método, adecuar su participación como vía de tránsito hacia parámetros de sostenibilidad racional y caza más restringida con unos periodos de apertura y cierre de veda más determinantes, con una ética solvente, que impidan los aprovechamientos desmesurado. Insisto, no trasladar parte de la responsabilidad y hacer participes de esta posible decadencia, a los cazadores asturianos, impregnados de raciocinio y asentimiento. No es aquí donde se encuentra el “foco” pernicioso para el futuro de la arcea. Corríjase el tiro y disparen en la dirección correcta.
Llama la atención la coincidencia de lo publicado, con el intento de la Consejería de dotar de un carácter más extensivo a la caza de la arcea en esta región: un rumor con visos reales de credibilidad, señala la primera decena del mes de Febrero de años venideros para una ampliación de veda abierta. Seguramente esta circunstancia haya sido el revulsivo, sinceramente creo que sí, que ha motivado esta sibilina respuesta, que bien pudiera ser la de un “anti” caza, molesto y reprobador
El argumento exhibido es simple, asegura el zoólogo en cuestión al que nada trato de minimizar su sapiencia y conocimientos, que la arcea, un mito para los cazadores que se dedican a ella (cobrar una arcea siempre representa un momento de enorme satisfacción para el cazador) se encuentra en periodo de recesión evolutiva. ¿Verdaderamente sucede así? En los ambientes cinegéticos, aquellos que sostiene el cazador de a “pié”, veterano y curtido en estas lides, profundo observador y estudioso de los hábitos y comportamiento del ave en cuestión y por lo tanto con un alto porcentaje de acierto en sus manifestaciones, que aunque no sean científicas, no hay que desoír ni desdeñar esta posibilidad, no se obtiene la misma respuesta, discrepan y no interesadamente o por egoísmo, opiniones de especialistas con marcada tendencia conservacionista, contrarias al ejercicio cinegético, que siempre abogan (en el caso que nos ocupa, con cierta sutileza) en sus manifestaciones, por reducir una actividad en la que, tal vez, no creen. Sobre esta pretendida disminución de efectivos de la arcea, ni mucho menos se encuentra en peligro de extinción, no hay datos ni citas en este sentido que lo certifiquen fehacientemente lo que hace pensar que el nivel poblacional, a pesar de todo, se mantiene dentro de los parámetros que exige su sostenibilidad y aprovechamiento.
El cazador asturiano consciente siempre de lo que está en juego, regula su estado participativo, controla sus cobros, en orden a extracciones ajustadas, lo hace siempre en función de las necesidades que se le plantean, legisla y crea normas dentro de sus propias organizaciones con independencia de aquellas otras leyes estatales o autonómicas; cuando procede, va un paso más allá, inclusive, de las que se le impone. La arcea antaño ha sido cazada exhaustivamente, incluidas las malas artes de las que no han estado ajenas las redes, sin aplicación de medidas intervencionistas y protectoras, en todos los países que ha elegido para invernar, sin excluir al nuestro. Hoy su caza con respecto a nuestra provincia, afortunadamente, se encuentra muy reglamentada, con máximo de cobro de piezas por cazador y jornada (dos por semana) así como una importante reducción de zonas de acceso con exclusión de su caza (reservas de caza en donde apenas hay actividad, zonas de seguridad, etc.).
La Arcea en Asturias, sufre de menos presión, comparando con otras provincias del estado, no se caza más, muy por el contrario, ni se cobran más piezas (salvo en número de ejemplares, respetando cupos, en años de bonanza que pudieran atraer más participantes), la práctica de esta modalidad es cosa de pocos y verdaderos especialistas, ha quedado en manos de veteranos cazadores, que permanecen imperecederos en su afición. Es muy difícil, al menos en nuestra tierra, ver a jóvenes ejercitando su práctica. La falta de relevo generacional en la caza es la consecuencia lógica de una modalidad que decrece, a pesar del enorme poder de su atractivo. Es una caza dura, no exenta de sacrificios y una buena condición física, de ahí el abandono paulatino por imperativo legal de la edad y también las oportunidades que ofrece la caza mayor, menos agresiva en el esfuerzo
Por tanto incidir en la conveniencia de regular aquí, en este “terruño astur” aún más su caza, es un ejercicio de retorica que no obedece a una realidad. Las medidas de ajuste deberían de aplicarse en las áreas productoras de estas abusivas matanzas. Es ahí donde se debe de incidir en necesidad de utilizar mecanismos de defensa e intervenir eficazmente, en detrimento de los abusos que se producen.