¿Cuáles serían las consecuencias de un abandono del movimiento cinegético por los cazadores? Una hipótesis que es de esperar no se produzca. Son muchos los que viven con la vana ilusión de que la caza sea una práctica de tiempo pasado, algo indecoroso que es preciso erradicar. Mantengo el convencimiento de que no lo conseguirán por mucho que se empeñen.
Su involución definitiva, el cese de toda actividad en torno a la caza, nada bueno depararía a la sociedad en su conjunto. No obstante la caza, toda su enorme y decisiva trayectoria que encumbra un exponente de elevado potencial en aras de una mejor y mayor sostenibilidad medioambiental y factor determinante en la consolidación de las especies de su propia actividad y el influjo benefactor que ejerce sobre aquellas otras silvestres clasificadas como protegidas, es en la actualidad, en estos momentos inestables, de tiempo de crisis económica aguda y pertinaz, un balón de oxigeno para la economía de nuestro tejido empresarial y sector primario, amén de otras más cosas.
Pero independientemente de verdades tan pragmáticas, yendo al grano, la caza se encuentra en una continua recesión. Este colectivo ha perdido efectivos, sufre la dejación o abandono de una parte sustancial de sus activistas, lo viene haciendo desde hace quince años, sin pausa, del orden de 500.000.- en este espacio de tiempo, o lo que es lo mismo un 30%, de licencias de caza se han dejado de expedir desde entonces. Un dato significativo, de máxima elocuencia. Una progresión que no decae, se acentúa, si cabe aún más, a través de lo de una recesión económica global, de la que la caza no queda excluida y sufre sus consecuencias.
A estas precariedades que nos inundan, se une la evolución que ha experimentado nuestra sociedad, caracterizada por una visión contemplativa sublime de la naturaleza; muy sensibilizada, con diferentes estigmas en los conceptos proteccionistas que se tiene sobre la fauna y la flora. Otros factores han coadyuvado a una situación de descredito y deterioro tratando de conseguir estereotipos de perniciosa tendencia contrarios a la caza y lo que su buen ejercicio representa.
No obstante, Llegado el caso, el supuesto de no poder cazar, los aspectos materiales que se derivarían de una situación insólita, no serían difíciles de cuantificar, desgranados en su diversidad, en cuanto a lo que afecta a una economía de puro mercado, (la caza es una industria más del tejido empresarial español). Procede pues, cuantificar (siempre en supuestos) los efectos nocivos que se derivaría como consecuencia del cese toda actividad en torno a una práctica singular. Es obvio y seguramente innecesario, por sabido, hablar de la influencia negativa (supongo que bueno será hacerlo una vez más, en este aspecto no importa ser reiterativo cuantas veces haga falta; el mensaje debe de calar hondo en nuestra sociedad) cuantificada en pérdida generalizada de puestos de trabajo en un amplísimo abanico de sectores cualificados como industriales, sociales, del medio rural etc. Serían muchos los gremios profesionales afectados que entrarían en periodo de recesión de sus actividades por mor de prohibir a los cazadores la práctica de un ejercicio tan estrechamente ligado a los buenos resultados empresariales, para el desarrollo de entidades corporativas y para el campesino o agricultor.
El jabalí, es la cuestión principal del conflicto; convertido en ángel por unos, los cazadores, y demonio por los afectados por los daños que produce en tierras de labor y pasto es un el problema difícil de solucionar en razón a sus limitados cupos de extraccion, por los daños y accidentes de tráfico que produce y como contraposición el remedio para diversos intereses económicos. Se encuentra este cerdo salvaje en un periodo excepcional en lo referente a la abundancia de sus poblaciones; maestro de adaptación, todo arte y destreza en las formas y maneras de ejercer la supervivencia en terrenos diversos, aumenta considerablemente su área de distribución, coloniza espacios y se inserta en zonas en las que es considerado como una animal invasor, poniendo de manifiesto el riesgo que corren estos hábitats por la acción de esta especie. No reducirlo a parámetros de sostenibilidad con un racional aprovechamiento, a través de la caza tradicional, no haría otra cosa que acrecentar los problemas derivados Una situación que a buen seguro se convertiría en caótica para el agricultor debido el nivel demográfico, la alta tasa de natalidad de este omnívoro que ha sentado acomodo y se defiende en un ecosistema degradado por el abandono del medio. La incidencia perniciosa de su sobredimensión sería de trágicas consecuencias para numerosas especies silvestres, entre ella el Urogallo Cantábrico, y aquellas otras (perdiz roja y parda) cuyas nidificaciones se consolidan en el suelo, siendo objeto de su insaciable voracidad, y bien podemos decir, sin temor a equivocarnos que el jabalí ha tenido especial importancia para que nuestra gallinácea más emblemática para los asturianos, como es nuestro “gallo montés” se encuentre abocado al encuentro de un abismo que le señala, sino no se remedia a tiempo, el fin de su existencia.
Otras especies dañinas para el ecosistema de no someterlas a regulación, en caso concreto del zorro, sin enemigos en la naturaleza que dificulte su existencia, sibilino y eficaz saqueador, pillo como el que más, aumentaría considerablemente su nivel poblacional, con lo que ello supondría. De todos es sabido el seguimiento que este animal hace en épocas de paridera de los corzos en la búsqueda de “cervatillos” y la importancia depredadora que ejerce sobre los mismos- Es el causante de bajas sensibles en numerosas nidificaciones de perdiz. No someterlo a parámetros adecuados de mantenimiento de sus miembros, convendría una negativa actitud para el resto de las especies.
En cuanto a los animales de hábitos alimentarios cervunos, Rebeco, corzo, venado, muflón, cabra hispánica, inquilinos seculares de nuestros bosques y sierras, en crecimiento gradual constante de sus cabañas, no parece tenga la misma especial influencia para el ecosistema en lo referente a su diversa fauna. Ocurre, por el contrario que, de no equilibrarlos, sería la vegetación de nuestros campos, quien acogería, a través de sus generosas floraciones, a un contingente voraz, insaciable en su incontenible ingesta, cada día más crecido en su densidad. La merma en la calidad de la vida animal, por la mezcla de sangre y adocenamiento de estos animales, nos ofrecería, posiblemente, un panorama desolador, en donde las enfermedades de tipo contagioso sería el denominador común.
Sin hablar del lobo, enorme carnívoro, tantas veces versado, en inusual e incomprendida expansión y protección, constituyendo y asentando cada vez más abundantes camadas, causante directo de feroces ataques a la cabaña domestica, cuyos destrozos que produce, hay que sufragar con cuantiosas aportaciones de nuestros gestores del dinero público. Permitirle acampar por sus respectos sin control, acrecentaría, sin duda, (los hechos le delatan) el conflicto.
Todo lo expuesto, según mi criterio, parecen razones suficientes para desear larga vida a la caza. Sería un error gravísimo de quienes predican de lo innecesario de la actividad venatoria, acometer medidas encaminadas a evitar su práctica por los cazadores. Seguro que la caza, seguirá por siempre su camino benefactor en el control, protección y desarrollo de todo tipo de animales salvajes, apoyando y contribuyendo a la mejora de todo tipo de servicios y consolidando estados económicos desde su extraordinario energía y empuje. No hay vuelta atrás posible.
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