No soy partidario de estos eventos, nunca lo fui, ni los he presenciado, ni participé en ninguno de ellos, al fin y al cabo, según mi criterio, respetando cualquier otro distinto, nada indican, salvo el interés de grupos empresariales encargados de promocionarlos, de alguna forma relacionados con la actividad cinegética, con la finalidad de dar a conocer y exhibir sus productos y ofertas como vía de tránsito hacia su consumo. Algo lícito, lo cual no censuro. Como aficionado me hiere la sensibilidad y el amor que tengo a un deporte o arte, como se le denomine, ver como unos señores con sus escopetas y perros, bajo una pancarta que señala línea de salida, en una situación que me parece, cuanto menos airada, por grotesca, a una señal acústica, en un proceso de supuesto histerismo colectivo, salen corriendo, para mi gusto, una mutación de principios, buscando posicionarse en mejores condiciones que él contrario.
Creo sinceramente que la estima y consideración de sentirse cazador, de practicar este bello ejercicio dentro de las reglas de juego que siempre ha tenido la caza, no pasa ineludiblemente por la contienda entre dos o más individuos (la caza no es eso) quien a su vez dilucida un ganador en razón de un determinado número de piezas cobradas que le otorgue reconocimiento: un concepto trastocado como resulta de una perversión admitida y fomentada como buena que, en definitiva, nada dice para el buen aficionado.
Irremediablemente la caza al tiempo actual es puro negocio, se encuentra mercantilizada, ha perdido su dogma purista; deformado el espíritu de su esencia que aún le quedaba, su brillo se apaga diluido en los vaivenes de una economía de mercado. El cambio conceptual y de desarrollo habido en esta actividad lo demuestra de forma fehaciente el estado competencial en que vive sumergida, una variante más de un desajuste permanente en que se encuentra su práctica, alejada de los valores que siempre ha representado. Florecen por doquier campeonatos variopintos, de tal o cual significado, que otorgan vencedores; personas anuncio que se prestan a estos juegos, profesionales en alguno casos de esta actividad, cuyo ropaje es un autentico “parquet” de espectacular colorido en donde proliferan anuncios de toda índole.
Seguramente sea esta tendencia un extravío de los conceptos clásicos que la acción de cazar requiere. Auspiciada la competitividad por modismos, fomentados por sectores industriales, con la connivencia federativa y a la vez fuerte impulsor de estos actos lúdicos y comerciales (autenticas ferias ambulantes); la caza ha cambiado el rumbo de su comportamiento, ha variado las coordenadas que la caracterizaban de su estilo ético pos-primario hacia posiciones complejas de dudoso agrado.
Al tiempo actual, el auge alcanzado por la cinegética española en el conjunto del estado como elemento favorable referido a su dimensión social y económica, ha originado la llegada de colectivos empresariales, heterogéneos en algunos casos, en otros tiempos caracterizados como intrusos en este sector, que han visto en el campo venatorio oportunidades de inversión y rentabilidad.