¿Funcionarían igual los cotos de caza sin personal de guardería, o reducido su concurso a la mínima expresión? Una hipótesis como suposición que no debe de alcanzar sus fines. Una ocurrencia de impertinente insinuación se ha lanzado al aire de las ondas radiofónicas que, de “tapadillo” le han dado cobertura. Planteamiento inocuo, especulativo, carente de objetividad, irreal y que nada bueno depararía, de concretarse esta situación, a la sostenibilidad de la fauna cinegética y aquellas otras clasificadas como protegida.
La estampa física en nuestros cotos de caza del guarda es una necesidad que no se debe interpretar en tono peyorativo. Tratar de desvincular a este profesional de la posibilidad de ejercer su labor no se puede entender en clave objetiva. Otra cuestión bien distinta se refiere a la capacidad ocupacional en cuanto a una sobredimensión de las plantillas. ¿Es tan necesario en número este empleo? Esta pregunta forma parte de un debate abierto en el colectivo cinegético asturiano que ve insuficiente el número de hectáreas (8.000 por guarda) que la administración tiene establecido como baremo inexcusable en la adjudicación para la gestión de un coto regional de caza. Un hecho este de especial incidencia en el presente y devenir futuro de las sociedades locales de cazadores asturianas, en la actualidad sufriendo significativas bajas en su masa social, en momentos de una grave período de recesión económica de alcance global de la que la cinegética no es ajena. Evidentemente una situación complicada para este colectivo de vigilantes que aún se puede ahondar más de persistir el actual estado de las cosas, y si el Principado legitima las peticiones que desde el ámbito de las asociaciones de caza se vienen haciendo en orden a una mayor cuantía en la relación guarda y hectáreas.
Pero la controversia sobre la figura del guarda de caza no termina aquí, va más allá de lo meramente cuantitativo; con esta declaración de dudosa intencionalidad, dado lo exiguo y nada convincente de su razonamiento, se ha querido cuestionar (seguramente por desconocimiento, o, bien, por intereses empresariales o de gestión) en cierta medida el valor práctico del quehacer y la eficacia de los miembros de un colectivo que, sin duda, con su labor, contribuye eficazmente a la defensa de la naturaleza y las especies silvestres.
En aspectos de valoración cualitativa, diversos factores que se perciben en el análisis de estas apreciaciones deberán ser considerados y tenidos en cuenta. Observemos como fundamental, la exclusión de competencias de las que nunca han dispuesto estos profesionales (sin entrar en la consideración del buen talante que debemos suponer tienen todos estos profesionales para el buen ejercicio de su cargo, que eso es otra cosa) que impiden la posibilidad de dotar a su función de criterios más contundentes. No tiene este cuerpo la jerarquía de autoridad de los que las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado están conferidos; adolecen de estas prerrogativas, carecen de articulación legislativa suficientes que les faculte, facilite y haga más productiva su tarea. Con esta precariedad y dentro de este estado, vienen desarrollando su labor.
Por eso, desde mi criterio, es un sector que se debe de apoyar con entendimiento justo. Cualquier tiempo pasado en disciplina venatoria ha sido distinta. La personalidad del guarda de caza, desde antaño, conlleva un paralelismo en su ideología con los actuales, cual es la protección, fomento y control de las especies, acompañamiento y asesoramiento en los lances, prevenir y detectar con escasa cobertura jurídica situaciones irregulares de influjo adverso para el coto objeto de su custodia. En eso, todo sigue igual.
No obstante, será bueno precisar la variedad de actitudes y comportamientos, en cuanto a su desarrollo profesional. A mi juicio, existe una diferencia que aprecio en la dedicación única debida a su cargo y responsabilidad, muy desigual a las de ayer, en cuanto a oportunidades y disposiciones materiales que faciliten su ocupación. Nada que ver, por lo tanto, la efectividad del cuidado de su zona, efectuada con toda suerte de instrumental técnico, con vehículos todo terreno que les facilita enormemente su cometido, con aquellos otros celadores, “lugareños”, carentes de recursos, de menor soldada, sin horario fijo, caminantes empedernidos por altas cumbres e intrincados recovecos, conocedores profundos de aquellos habitats, y de todo lo que allí se movía, próximos a sus lugares de residencia, transitados con cotidianidad en infinidad de ocasiones, que hicieron de su devoción una ejemplar profesión de extraordinarios resultados, sin que ello desmerezca en absoluto, para nada, la excelente trayectoria profesional de muchos de nuestros actuales guardas. Solamente trato de diferenciar y situar lo que acontece con otras épocas anteriores. Hoy los guardas afortunadamente, tienen seguridad social y un salario digno, unos derechos que les garantiza un relativo bienestar, sin tener que acudir a la complementariedad de otros recursos. Casi todo ha cambiado en esta profesión, y lo ha hecho para mejor, lo que me congratula, por lo que ello supone.