Esto puede suceder, lo
cual quiere decir que sucederá, si desde el ecologismo contrario a la caza se
insiste en esa manía persecutoria constante y peligrosa de querer prohibir a
toda costa la actividad cinegética en cualquiera de sus versiones, sin
importarles las consecuencias a “posteriori” del drama que supondría el estado
general de las cosas en torno a las especies salvajes. No sé si alguien se
habrá parado a pensar en que sucederá el día después.
Encuentran en la química, según ellos, la panacea que
inhabilite al jabalí procrearse. La preferencia es que se mueran de viejos o
por enfermedad. Es muy posible que alguien en materia de gestionar la densidad
del jabalí, no sepa lo que está tramando. Son puras teorías. No hay nada eficaz
y duradero constatable. Esterilizar a esta especie cuanto más mejor (del todo
se me hace imposible) y poder así anular una parte importante de la demografía
que actualmente presenta este animal, requiere de emplear en el tiempo de muchos
medios económicos, humanos y materiales
y me temo, por tanto, que no se tenga capacidad presupuestaria para poder
atenderlos, con la dificultad añadida que supone el poder inyectarles cualquier
vacuna anticonceptiva dado su enorme agudeza, expansionismo y colonización de
zonas inhóspitas de difícil acceso.
Esterilizar jabalíes machos, es posible pensar que tenga consecuencias
desfavorables cara a un futuro próximo. Un Jabalí clasificado como adulto alcanza en Asturias expectativas de
vida ligadas a un periodo entre tres y cinco, a lo sumo, seis años, con las
excepciones de rigor. La regulación que produce la caza por el método
tradicional, le impide ir más allá de esta temporalidad en su existencia. No
obstante si a esta especie no se le producen bajas, ello quiere decir que por
lógica sus expectativas de alcanzar la longevidad aumentan de forma sustancial,
le hará crecer en tamaño, peso y en sus poderosas defensas cada vez más
gruesas, afiladas y puntiagudas hasta el pronunciamiento de la curva que
anuncia el principio de su declive vital. No sería extraño ver en nuestro
entorno familiar más próximo a este animal presentando un estado morfológico de
grandes dimensiones, llamando la atención a la ciudadanía y creando verdadera
alarma el poder contemplar sus características anatómicas capaces de intimidar a
cualquiera. Supondrían, sin duda, un peligro.
La dificultad, entre otras, estriba en salvar lo que sería su
presencia cercana e incluso de convivencia dentro de los núcleos de población
importantes (ha irrumpido en el mundo civilizado. Hoza en parques y jardines) o en zonas periféricas a estas urbes, que hacen que a primera vista, inciten a la
ciudadanía a ser temerosa de su figura y colmillos. Fuera de las zonas de
especial protección medioambiental, foco centralizado del verdadero problema,
donde la caza no está autorizada, este animal
se encuentra debidamente regulado por los cazadores en cuanto a la
debida sostenibilidad que se requiere. Pero
esto los grupos ecologistas, nadie lo ha explicado, porque no les interesa.
Todo pasa porque la caza no tenga
actividad.
Este animal de carácter montaraz crecería exponencialmente en
“arrobas” y en defensas a un ritmo desaforado producto de tener suficientemente
cubiertas sus necesidades alimenticias y sin enemigos, a excepción del lobo en
zonas muy determinadas, que le acosen y de quien defenderse, lo cual quiere decir que, en un espacio corto
de tiempo la densidad de jabalíes de estas características nunca vistos por
estas tierras asturianas alcanzaría cifras insospechadas de individuos
campeando a sus anchas dentro del perímetro de las zonas de seguridad que
circundan los grandes núcleos de población asturianos y aquellas otras áreas
consideradas sensibles en su protección medioambiental. Me temo que es lo que
sucederá.
En otro orden de cosas, relacionadas con lo mismo, cabe
interpretar las secuelas negativas que tendría una desproporcionada densidad de
esta especie en cuanto a los accidentes que producirían cuando irrumpan en las
calzadas. Algo muy a tener en cuenta, porque ello produciría un sustancial
aumento de damnificados. Cada año aumentan los siniestros automovilísticos por
estas causas dejando tras de sí un amplísimo reguero de lesiones y daños
materiales. Sucederá también que los destrozos en cosechas y sembrados sufrirán
de un mayor perjuicio, lo que llenará de inquietud y demandas al sector rural
por el aumento de las incursiones de las
piaras en sus tierras de labor y pasto. De sufragar estos gastos por estar
prohibida la caza ¿Quién se haría responsable?