.Es
una propuesta hostil de claro matiz intervencionista, efectuada por
un cargo del sector ecologista con sede en el Principado, enviada al
espacio interpretativo de la opinión pública, como medida
preventiva e influyente que facilite preservar los últimos vestigios
en la Cordillera Cantábrica de una especie silvestre tan sumamente
emblemática como es el Urogallo Cantábrico.
El
asunto esencial que esta en juego nada tiene que ver con un discurso
que se antoja incorrecto y confusionista, por cuanto se insinúa
que la practica de la caza intercede de forma negativa en la ansiada
recuperación de este ave cantábrica. Nada que ver. El caso es que
se pretende producir un cambio en las normas que rigen para la
actividad de la cinegetica asturiana que, de llevarse a efecto,
cosa, por ahora, muy difícil, dada la actual aritmética
parlamentaria, se hallaría la respuesta eficaz al problema de la
desaparición del urogallo de los bosques de la cordillera
sustituyendo para ello los usos y costumbres de la caza tradicional,
incluso prohibiéndola allí donde se considerase necesario, para que
nuestro “Gallo Montés” encuentre, de una vez por todas, el
antídoto eficaz al problema demográfico que viene padeciendo.
Parece que esta necesidad estimulada por quienes la promueven, es
toda la “herramienta eficaz” que se necesita y no otra, para que
esta ave vuelva a poblar sus espacios de querencia en la naturaleza,
al igual que lo hacía antaño mientras la caza seguía con su
actividad en el propio hábitat sin que por ello sufriera la causa de
un declive de tan dramáticas consecuencias.
Poner
a la caza como el paradigma de las desdichas del urogallo y no
ahondar en autocríticas al fenomenal fracaso cosechado por el
ecologismo, debido a su desdén demostrado antaño en numerosas
ocasiones por estos grupos, en un tema de tan especial importancia y
sensibilidad como este, por lo que supone, es pretender enviar
respuestas equivocas que sirvan para distraer la atención y permitan
evadirse de ser señalados de tener uno de los mayores grado de
culpabilidad.
Es
muy posible que la Ley de Asturias de la Caza, esté necesitada de
cambios o reformas que conlleven ciertos contenidos innovadores sobre
algunos de sus pasajes. Se debiera considerar la posibilidad de
adaptarla a los aconteceres que se suceden en su tiempo actual. Se
trata de una veterana y magnifica ley próxima a cumplir los treinta
años de antigüedad que ha venido prestando un gran servicio, no
solo a los cazadores asturianos de todos las extractos sociales, sino
que también a la ciudadanía en su conjunto, cuestiones por la que
no se debiera nunca quitarle el carácter social que la caracteriza.
En
Asturias se caza con una gran frecuencia e intensidad en época de
veda abierta en todo su territorio, a excepción hecha de las
clasificadas Zonas de Seguridad y en determinadas áreas ex-profeso
de las Reservas y Parques, reductos de los últimos ejemplares de
urogallos; lo faculta la alta densidad de una diversa fauna
cinegética bien gestionada en casi todos los cotos sociales que ha
colonizado multitud de asentamientos naturales, cuyo aprovechamiento
anual reglado y sostenible se hace bajo las directrices reflejadas en
los sucesivos Planes de Caza. Reducir
la caza en espacios concretos, donde aún quedan las últimas señales
de la presencia de este ave, a
lo que los cazadores
opondríamos pocas cosas que decir (se ha prestado siempre la debida
colaboración cuando hemos sido requeridos en relación con la
protección del Oso), es bien distinto a un cambio sustancial en la
gestión de la caza que necesita de otros mecanismos de carácter
integrador y no excluyente.
Es
conveniente hacer la salvedad del impacto decisivo que tiene la caza,
entre otras cosas, en la recuperación de especies protegidas. El
problema es que para el Urogallo nunca se han confeccionado
estrategias por nadie, de ningún tipo. De lo que se deduce que no es
razón para poner en evidencia cualquier aspecto que le otorgue
directa e indebidamente culpabilidad en un tema de tanta
sensibilidad, originado por causas distintas según rigurosos
dictámenes emitidos por expertos en la materia, que no han
encontrado en la actividad responsable de la caza razones suficientes
para involucrarla tan directamente en el problema que se ha creado y
que parece que todo el mundo se quiere evadir de la responsabilidad.