El Urogallo Cantábrico es un ave símbolo. Quizás la especie silvestre
más notable y atractiva que haya poblado los bosques asturianos. Sobre la
involución demográfica de esta clasificada subespecie en la cordillera
cantábrica –se encuentra en delicadísima situación, al borde de la extinción
total-ha visto la luz en España un informe de naturaleza científica, que viene
a convenir identificar a la caza intensiva en el siglo pasado, como probable origen principal de su declive
poblacional centrada fundamentalmente en el aprovechamiento de machos adultos durante
la época de celo.
Cuando de caza se
habla, se debe dejar por bien definida cualquier tipo de versión que se le
quiera dar. La palabra caza, abarca por si misma diversos conceptos que, en
algunos casos, bien por acción u omisión pudieran ser inexactos, si no se produce fidelidad a este vocablo, lo
cual daría lugar a equívocos o malas interpretaciones. Es el caso que se relaciona la actividad cinegética cuando la
asocian con vehemencia al furtivismo en una combinada interrelación.
Tenemos que ser duchos y explícitos los cazadores en la
materia de difundir la existencia de un tipo de caza ordenada y sostenible (a
diferencia de operaciones ilegales caracterizadas de furtivismo), cuya práctica
se encuentra sometida al rigor de la
Ley, bajo los auspicios de los sucesivos plánes técnicos de caza que se
decreten en razón a sus periodos de vigencia
y de aprovechamiento anuales que elaboran y aprueban los distintos
responsables del ordenamiento cinegético de las administraciones públicas. Por
tanto, con estas premisas, la capacidad de influencia de los cazadores para
establecer cupos de abate, se encuentra siempre a expensas de criterios superiores
de expertos identificados como técnicos, adscritos a organismos oficiales. De
ellos, de sus estudios transformados en estadísticas, dependemos los cazadores.
Dicho esto, procede decir que, en ningún caso, existe relación entre el buen ejercicio de la caza doméstica
tradicional, con las supuestas actuaciones llevadas a cabo por desaprensivos.
El Urogallo Cantábrico ha tenido en la delincuencia, que no en la caza, uno de
sus peores enemigos, cuestión omitida en el preponderante dictamen emitido y no
por ignorancia.
Al furtivismo
lacerante es al que se tiene que culpar,
entre otros males que aquejan a este emblema de nuestra naturaleza. En la
medida que le corresponde, la caza debe quedar exonerada de culpabilidades que
no se le deben de atribuir, si tenemos en cuenta que hace cuarenta años el
Urogallo Cantábrico ha quedado excluido de incorporarse al club de las especies cinegéticas, y, por tanto,
prohibida su caza. Desde entonces hasta la actualidad, han sucedido muchas cosas, y, no todas notables en relación con uno de los capítulos más
importantes, como ha sido la gestión de
la depredación.
Sobre este espacio de
tiempo (4 décadas) en que la caza reglada no ha tenido participación alguna en
esta pérdida degradante del valor absoluto del urogallo en la naturaleza
cantábrica, entiendo es oportuno decir que nuestra eminente galliforme, es sinónimo de
presa sometida al acecho permanente de grandes peligros. Nada de esto se ha
dicho. Únicamente al arte venatorio, sin especificar elementos que instruyan
aspectos reales, se le otorga el
pedigrí; la carta de origen, que la imputan el acometimiento de señalados
despropósitos.
A la sazón, en otras áreas del globo terráqueo, este “gallo
montes lustroso” constituido en variantes versiones morfológicas, goza de una densidad estable de los de su
estirpe a pesar de las extracciones que se le hace, motivadas por una caza en
razón de su densidad, en parajes que sostengo tienen mucho que ver con la
biodiversidad de la cordillera cantábrica. Indicio suficiente que nos ha hecho
alertar que, algo aquí, no se ha hecho bien.
Han llegado, el ecologismo y la administración, tarde, muy
tarde. Se han pasado mucho tiempo sin hacer absolutamente nada en el control,
fomento y protección de este animal y las consecuencias son las que están. Se
evade responsabilidad buscando culpables. Para ello, nada mejor que poner a la
caza al frente de una mancha extensiva
de reproche.