Uno se entera por casualidad. Las sociedades locales de caza, supuestamente,
no han transmitido a sus bases, en cualquier circunstancia, con suficiencia, el
proyecto de reforma del vetusto Reglamento de la Ley de Asturias de la Caza. Estoy
seguro que la mayoría de estas instituciones no lo han hecho, por carecer, en
tiempo y forma, de la información
necesaria. El texto que se pretende instituir consta en su integridad en las sucesivas páginas Web de la Consejería
y de la F.A. de Caza para conocimiento general; limitado de tiempo y, por tanto,
no facilitando la creatividad real de respuestas, por la premura que se exige
en concederlas. Tengamos en cuenta que en el término de diez días, es el plazo
en que se puede trabajar en las posibles alegaciones y elevarlas a criterio superior de la Asamblea Anual de la Federación Asturiana de
Caza.
No sé porque tengo la impresión de que esto, salvo ·”pucherazo”
que altere el normal desenvolvimiento en el orden de las cosas, que no es de
descartar, va para largo, dada su complejidad y a quien pueda afectar. En su
defecto, sufrimos los cazadores de esta tierra, de una nueva versión renaciente,
de lo que fue denominado en otra época como un despotismo ilustrado: aquello de
todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
A la vista de las circunstancias que concurren, tal parece
que pudiéramos vernos en esta tesitura. Es de señalar la falta de opinión ponderada
de que ha sido hurtado el sentir de las bases que conforman la actividad cinegética
en nuestra comunidad en relación con este asunto.
Se ha confeccionado un proyecto de modificación del
reglamento de la Ley de Asturias de la caza, en lo más oscuro de los
secretismos (el cazador no se ha enterado de nada, porque nada le han dicho).
Hubiese sido de suma importancia, la aportación de ideas que unir al proyecto, provenientes del asociacionismo.
No entraré en las
formas que han requerido de estas posibles modificaciones, que estará por ver
su aprobación total o parcial sujetas a debate y asentimiento si procede en la
asamblea anual de la Federación Asturiana de Caza y traslado de las
resoluciones adoptadas, para su posterior consideración por el Consejo Regional
de la Caza, órgano únicamente de finalidad consultiva, creado bajo los auspicios de la administración de quien en ocasiones, cuando es menester, se
sirve, por cuanto sus
dictámenes carecen del valor vinculante,
siendo el Gobierno del Principado, ultimo valedor de cualquier opción que se predetermine,
sino en el fondo. En el tratamiento habido; en las circunstancias concurrentes;
en la metodología empleada para el trabajo de esta composición.
Todo, desde el principio, había nacido con síntomas de mal cariz. La
Consejería tomando la iniciativa, posiblemente enmascarándose de sus verdaderas
intenciones, con voz y mando suficiente, orquestó la asignación en el Consejo
Regional de la Caza, de una comisión encargada de alumbrar propuestas. Lo hizo “tentándose
los machos”, salvaguardando sus intereses, que no pasan por ser el de los
cazadores. Para ello puso en marcha un mecanismo de defensa consistente en
desequilibrar las opciones de la caza asturiana, concediéndole clara desventaja
en orden a un número de votos (3), frente
a una totalidad (7). Poco o nada, es lo que puede hacer la caza, ante esta más que evidente desventaja que la deja en precario.
Al final de estos actos, cuando se produzcan, viviremos los resultados, cuales sus consecuencias y de
quienes la responsabilidades que
pudieran estar muy definidas por las características que integran la personalidad
de estos comisionados. Alguien, quizás, se ha arrogado la representatividad en exclusiva de los cazadores sin haberle sido concedida y no tener razones sobradamente fundadas para ello.