Para quien aquí escribe, ha supuesto un hito de gran valor emocional
que añadir a su trayectoria como
practicante de la actividad cinegética. El hecho es que, la posibilidad de
efectuar un lance mayor a una especie venatoria en libertad de características
tan señaladas, me surgió como resultado del sorteo que anualmente celebra la
consejería del ramo, del Gobierno del Principado de Asturias, otorgándole a mi
solicitud en el concurso público la condición de agraciado. Ello, me ha
permitido el poder escoger en primicia, cualquiera de las muchas opciones que
la bandeja de propuestas ofrecía.
Una vez que revisada oportunamente toda la oferta del listado,
me incliné por aquella especie de caza como es el Gamo, que en su categoría macho-trofeo,
no había tenido nunca antes oportunidad de cobrar.
La sierra del Sueve se encuentra localizada en el centro
oriente de la región asturiana a caballo de los municipios de Colunga, Caravia,
Piloña y Parres. La superficie es de 81 kilometros cuadrados, entre el alto de La Llama y El
Fitu. La cota media raya en los 1.ooo metros de altura y se encuentra
distante a 5 km. del Mar Cantábrico y su
extensión linea es de 12 km. en sentido este-sudoeste. El Sueve es un espacio protegido y tiene la categoría de
Reserva Regional de Caza. Esta
cordillera, encadenada por numerosas elevaciones, fue incluida el 31 de de Mayo
de 1.966 como Reverva Nacional de Caza del Sueve. Pasados los años, una vez recibidas por el Gobierno Principado
las competencias en materia de gestión,
uso y aprovechamiento de recursos naturales, paso a denominarse como Reserva
Regional de Caza.
Refiriéndome al gamo, se
debe de significar que los iniciales
balbuceos de su repoblación en Asturias, datan de 1955. Los primeros
ejemplares, procedían de Riofrio (Segovia), una reducida extensión de terreno,
totalmente cerrada, propiedad en aquel entonces del Servicio Nacional de Caza y
Pesca Fluvial. Fue pionera, como siempre, la Sociedad Astur de Caza, en tratar
de dar consistencia a esta nueva especie cinegética en nuestra tierra. Once
ejemplares fueron soltados en el Coto Piloña-Nava, gestionado por dicha
sociedad, sin obtener el éxito que se esperaba. Cuatro años más tarde, de nuevo por la Astur, cincuenta de estos
cérvidos son introducidos para su aclimatación en los cotos de Carombo-Rio
Melón (Amieva) y Sobrescobio, bajo los auspicios administrativos de la
mencionada sociedad, sin lograr alcanzar las expectativas creadas. No obstante,
en un tercer intento, 100 ejemplares de
la misma procedencia, fueron liberados por el citado Servicio de Caza, en los
concejos de Luarca, Navia y en la cordillera del Sueve. A la vista de lo que acontece en ese escenario
natural prodigioso, que es el Sueve, clasificado de protegido, debemos de
considerar que solamente él, en lo que
se refiere a su reducto, tuvo capacidad de recepción y espacio, como hábitat
apropiado, para ser colonizado con numerosos asentamientos de individuos de
esta especie, de origen típicamente mediterránea.
Sobre esos terrenos de caza, en la actualidad tan sumamente
consolidados, foco de atención de numerosos aficionados de muchas partes del
ancho mundo, debido a las prestaciones
que ofrece la densidad y calidad de su
variada fauna cinegética, centré mis aspiraciones una vez recibida la oportuna
autorización. Sería un tiempo largo de espera, dentro del año 2015. Varias
veces me trasladé hacia aquellos dominios con la finalidad de captar
sensaciones. La niebla, en esas programadas visitas, tuve por pertinaz
compañera, presagio de que en aquellas zona montañosa se instala con frecuencia
esta adversa condición climatológica. De cualquier manera y debido a estas circunstancias que la
naturaleza suele depararnos, me
hice la idea de lo que más fácil podía
encontrarme.
Llegado el día, con todo lo que supone estar en orden, sin
dejar nada a cargo de la improvisación, Albert, Jacobo y Jesús, serían quienes, en
este trance, estuviesen a mi lado; me
arroparían en todo lo posible, dentro de la legalidad, con su estimable ayuda. Salida de Oviedo a las
seis y cuarto de la mañana; la expedición caminaba lenta, buscando seguridad
(niebla en la carretera) en el rodar de los vehículos en el trayecto que nos
llevaría a la localidad asturiana de Arriondas. Llegados, sin novedad al punto
de encuentro con el guarda acompañante, saludos de rigor; revisión de los
documentos obligatorios para realizar el permiso, café estimulador; pequeña
charla orientativa, nuevamente en marcha, rumbo al cazadero.
A destacar lo importante de las buenas condiciones
climatológicas de que hemos podido disponer
durante el tiempo que duro el permiso. En aquellos parajes de
extraordinaria belleza brillaba el sol con fuerza; cielo azul en los comienzos
del nuevo día; temperatura moderada, idónea para caminar, viento en calma. Ni
rastro de las relevantes y fastidiosas nieblas que suelen cohabitar, durante
muchos días del año, incrustadas en la espectacular naturaleza que nos acogía. En definitiva, condiciones excepcionales, que no cabe duda,
me facilitarían la labor.
Normalmente, me informaba el guarda, el gamo suele vivir en
grupos más o menos numerosos, reuniéndose los machos por un lado y las hembras
con las crías, por otro. Será hacia fínales del verano cuando los machos se
dispersen en busca de las hembras estableciendo su selección preventiva para
desarrollar el celo, lo que en el argot se denomina “ronca”, alcanzando su máximo apogeo durante el mes de
octubre. Una vez finalizada esta, los machos abandonan el grupo buscando recuperarse
de sus excesos reproductores; se alejan en busca de paz, orillando en zonas
bajas, de mejores pastos. En la causa del apareamiento, han perdido mucho peso,
se supone entre 20 y 30 kilos. Y lo mejor es el descanso, no ser molestados y
una buena alimentación que les faculte recuperarse, ganar peso y fuerza.
Rodábamos en ascensión continua por la pista forestal de
cuatro km. y medio que une el Alto de la Llama con la emblemática majada de “Les
Espineres”, conocida por celebrarse allí todos los años la fiesta del marcaje
de caballos de raza autóctona asturiana
Asturcones, con la finalidad puesta de alcanzar ese punto de llegada, dejar
los todo-terrenos, y salida hacia observatorios apropiados que nos facilitasen
la localización de alguno de estos ejemplares. Nada difícil por otra parte,
puesto que hay una razonada densidad de gamos que con frecuencia se asoman con
su cornamenta, entre los recovecos de las vegas y pequeños bosquetes de variada
naturaleza. Otra cuestión es el marcaje que hacen de la distancia, siempre prudencial para ellos cuando detectan
peligro, huyendo a salvo de cualquier contingencia que les pudiera afectar.
Con prontitud la situación se nos tornó favorable, esta
circunstancia se nos hizo patente con el avistamiento de un grupo de machos
(9), entre los que destacaba uno que caminaba altivo, pleno de suficiencia y
elegancia, portador en su testa de unas
buenas “paletas” que le identificaba de continuo, y que,
en caso de que me diese opciones de
hacerle una entrada, sería objeto de un lance que cumpliese con mis deseos de
cobrar un bonito ejemplar.Tarea harto complicada, dada la continua movilidad de estos animales
en terrenos abruptos y rocosos, si avistan extraños, siempre atentos a
cualquier movimiento que no sea reconocido, controlaban nuestros pasos dentro
de un perímetro abierto, girando con insistencia alrededor del mismo. El macho
“alfa” de aquel grupo dirigía la estrategia de superar el acoso a que les sometíamos.
Se nos escapaban de continuo, impidiéndome poder centrar su
lugar de ubicación con claridad. Después de un continuo ir y venir, surgió la
oportunidad de efectuar un disparo al macho escogido; una ocasión sobrevenida,
la cual no esperábamos, que personalmente entiendo como una pérdida momentánea
del sentido de orientación de aquel grupo, en relación con nosotros, que nos
facilitó, por escasos segundos, poder contemplar la figura de la pieza deseada.
Fue un instante en que pude dejar zanjada la cuestión, pero, para mi sorpresa, erré el tiro, a pesar de la escasa distancia en que se
encontraba el objetivo a que apuntaba. Una decepción momentánea, que no
influía, ni un ápice, mi estado de ánimo en cuanto a motivación; quedaba mucho
tiempo por delante y, seguro, habría lugar a repetir el lance, aunque siempre
con la vista puesta en cobrar aquel señalado
“paleto”
La detonación en aquel pequeño valle hizo que los marchantes
cambiasen su estrategia de huida, resueltos como parecían, a distanciarse a su
mejor y segura conveniencia. No contaban, sin duda, con la sagacidad del guarda
acompañante Ramón, gran conocer de aquellos vericuetos; de las costumbres de
aquel tipo de fauna, consecuencia lógicas de análogas situaciones vividas que
le han permitido adquirir la experiencia
necesaria.
Ascendían con determinación por un irregular terreno,
conformado por depresiones en forma de hoyas y algún que otro tejo, ocultos
unas veces, otras mostrándose medrosos y esquivos; todo hacia prever el lugar a
donde supuestamente se dirigían: zona boscosa, de alta maleza. Tras su estela
tratando de no perderles de vista, caminábamos decididos a encontrarles en un
punto de referencia. Por Ramón el guarda fueron avistados entre una nube de
zarzales. En aquel instante me instó a efectuar un disparo, mas como medida
preventiva que buscando efectividad en el cobro de la res, puesto que lo haría en
condiciones precarias sin apoyo y serias dificultades en situarlo en la cruz
del visor; estimaba el guarda, era necesario hacerlo así, puesto que con esta
medida trataríamos de cortándoles el
paso con el ruido cercano a sus oídos.
Seguí las instrucciones haciendo detonar el arma, apuntando
en la dirección que apreciaba, aunque con escasa perspectiva de abatir la pieza,
dada la distancia que nos separaba del objetivo; sucedió lo esperado:
efectivamente, al oír el estruendo giraron ascendiendo hacia la cumbre con la
intencionalidad de sobrepasarla poniendo tierra por medio en dirección al valle
de procedencia, terreno fiable, cabe presumir, en tutela de su seguridad. Instalados y
ejerciendo las veces de observadores en
aquellas alturas, Jacobo y Jesús, “ojo avizor; sin despeinarse y desordenar los
moldes de sus figuras varoniles”, los vieron de cerca salvar aquel desnivel manteniendo a
vista la posición en donde se encontraban, de cuya situación fuimos informados.
Todo presagiaba que su lugar de destino del grupo de machos sería buscar
refugio para pasar la noche en las hondonadas cubiertas de pequeñas praderías tapizadas
de arboleda de variada composición.
NIEBLA EN LA MAJADA DE ESPINERES-SUEVE
Otra vez al punto de partida y, en esta ocasión, pensando que
sería la última oportunidad de la jornada; el día daba síntomas de comenzar a
declinar su luz, nos acercábamos a las cinco y quince minutos de la tarde de un
veintitrés de noviembre. Suponía volver a empezar, pero con escaso tiempo por
delante. El guarda, experto conocedor de lo que podía suponer este contexto,
por este día (me quedaba otro; el siguiente), ya al límite de las posibles oportunidades,
tuvo la iniciativa de adelantarse de mí lo suficiente, aunque no lejos, para
cotejar la información recibida de los “vigías” Jesús y Jacobo.
Situado Ramón en un
risco, sin asomarse, prismáticos en ristre, procurando no ser visto ni dar
vientos, semi-oculto, me hizo una seña
para ponerme a su lado. Llegado hacia él, le vi decidido a situar la mochila en
un pequeño canto, todo un presagio de lo que me esperaba a continuación;
asentado debidamente, apoye el arma en lo confortable de aquel zurrón, a lo
cual configuré mi cuerpo buscando comodidad. Orientado por Ramón el lugar en
que se encontraban, siguiendo sus instrucciones, pronto descubrí, a través del
visor, la semblanza física del macho
elegido. Parado, me ofrecía un blanco perfecto; la distancia podría cifrarla en
sesenta y cinco, setenta metros. Con las cosas así, estaba convencido de que,
en esta oportunidad, el lance no podía resultar fallido. A la primera, el
impacto tuvo sus efectos determinantes. El 7 mm. R.M., munición KS, 162, gr, hizo el resto. Lo vimos caer. Me encaminé hacia el animal con
la voluntad de dejar zanjado el lance en evitación de un sufrimiento
innecesario.
En definitiva, una magnifica jornada de caza para el
recuerdo. En esta ocasión, a diferencia de otros recechos, he tenido la
posibilidad de desplegar tras la pieza,
conceptos básicos que anidan en el alma de todo cazador que se precie.
Experiencia de las que hacen afición. Acompañado y dirigido bajo los auspicios
de un profesional del cuerpo de guardería de la reserva que, debo de reconocer,
considero justo hacerlo, destacar la capacidad del alto nivel de atención y
servicio dentro de la normativa, de que
ha sido objeto el titular de este
permiso.
Para Alber, en intendencia, siempre atento y dispuesto; Jacobo
y Jesús, con la vista hecha un “crisol”, y fuerzas en el arrastre de reconocido
prestigio, mi agradecimiento por la
valiosísima entrega en la colaboración que me prestaron. Sin ellos, las cosas,
estoy seguro, hubiesen sido muy
distintas.