Con este
titular tan capcioso y desafortunado, un medio digital ha fijado en la Red una
pregunta que ha conseguido hacerse viral, que viene a consistir en pedir a sus
lectores que digan si la caza en España debe de ser abolida. ¿En razón de que se hace esta propuesta?
Realmente
puede despertar preocupación este tipo de iniciativas, cuando menos inquietud
para el sector cuestionado que, lejos de medir el nivel de reconocimiento y
aceptación que la caza tiene dentro de la sociedad actual, contribuyen más que
otra cosa, a construir un relato de
numerosas inventivas dentro de un marco de comentarios beligerantes hacia el
gremio de los cazadores.
En el
supuesto de constituirse un absurdo de estas características, cabe leer en un
plano más amplio que el mero hecho de tener que dejar de cazar por imposición
legal. Así las cosas, resulta obligado preguntarse si las instituciones
públicas responsables de gestionar el ordenamiento cinegético tienen capacidad
y medios suficientes para dar respuesta equilibrada a la nueva situación que se
les crearía el día después de la abolición.
Por eso,
entretanto que los regidores se lo piensan, o se recuperan del espasmo que les
pudiese producir ser sabedores de tener que afrontar en solitario, de la mejor
manera posible, una situación tan sumamente delicada, bueno sería saber qué
hacer con la diversidad y densidad de especies cinegéticas que demográficamente
han crecido y lo siguen haciendo a un ritmo acelerado. ¿Cómo se detendrá la
evolución y expansionismo del jabalí en España con un nivel poblacional cercano
a los 3 millones de ejemplares, según nos informan expertos en su observatorio?
¿Cómo regular sin la caza a este animal a parámetros de sostenibilidad si
solamente sus capturas en el conjunto del Estado supone el 10 % (300.000) de
sus efectivos, cantidad a todas luces insuficientes para tratar de anular el
fenómeno de su prolífica reproducción?
Lo del “pensamiento
Alicia”, está muy bien, creencias aparte, pero la experiencia nos ha venido a demostrar
a los cazadores que no es el empleo de este método filosofal la solución que
requiere el problema. Es una frivolidad pretender legar únicamente a la
naturaleza en el encargo de actuar por si misma como elemento vertebrador en
conjunto de la fauna silvestre, cuando el campo y los montes se encuentran en
estado de precariedad en cuanto a su limpieza y desbroce se refiere, motivo de
abandono y encontrase deshabitado como nunca antes lo estuvo. Claro síntoma de
que se tiene una visión deformada del mundo real.
Aquellas
otras medidas que se anuncian podrán implantarse como alternativas a la caza
tradicional deriva de un plan de control de la especie de cuyo grado de eficiencia
hace concebir cierta propensión pesimista, evidencia un abismo de gestión y de
aprovechamiento distinto al actual, más preciso e intenso este último, a pesar de las dificultades. Para las distintas
administraciones públicas, difícil extructuralmente de atender y complejo en el
orden económico. Si se excluyese a la caza de poder continuar desempeñando su
rol histórico en la naturaleza, sería
entrar en otra dimensión completamente distinta. La caza es la mejor opción si
se quieren evitar conflictos, la más barata y segura.
En Asturias hay antecedentes recientes en determinadas zonas, de los que se tienen
constancia en la Administración, en el
ánimo de todos los cazadores y en el mundo rural que aún queda, principal damnificado
que padeció de este desorden. De no permitir la caza, los daños en la
agricultura crecerán. Aumentarán los accidentes de tráfico por la irrupción en
la calzada de este tipo de fauna salvaje. Serán las consecuencias de padecer la
naturaleza de estos desajustes.